La investigación que llevo adelante ID y la escuela comunitaria Kunumi Arete de Areguá propuso en primer lugar la transformación de las aulas. “Se procedió al cambio del mobiliario de las aulas con una disposición de mesas grupales de trabajo y ya no de pupitres individuales. También se quitó la mirada central al pizarrón y se trabajó más con proyectos que vinculaban varias materias”, señaló Ana Portillo, una de las investigadoras.
La modificación de los espacios propició el cambio de las prácticas educativas indicaron los investigadores. “Lo que las docentes recalcaron es que gracias a esta simple acción pudieron volver a ver a sus alumnos y redescubrirlos sabiendo qué es lo que les gusta, qué desean, qué intereses tienen, lo que luego llevó a conciliar el programa oficial con esos gustos dando como resultado un mejor rendimiento académico, disminución de ausentismo y deserción, además de niños más contentos”, agregó Portillo.
También se logró la sistematización de la experiencia para que se pueda aplicar sin mayores inconvenientes en otras instituciones públicas y se concluyó que este sistema puede ser utilizado en un contexto de plurigrados, donde un solo docente debe dar clases para varios grados en escuelas pequeñas, a través de la integración de los alumnos, entendiendo a la educación como un proceso. “El diálogo es el elemento central para ir transformando la educación además de brindar al niño el rol de reconocer sus intereses”, comentó Gabriela Walder, otra de las investigadoras.
El objetivo general de la investigación fue vincular una experiencia educativa no tradicional con escuelas públicas y a partir de eso construir experiencias innovadoras, especialmente en escuelas que tienen pocos alumnos.
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