La escasez de vocaciones obligó a vicentinas a dejar Arroyos y Esteros

La escasez de religiosas jóvenes y otros desafíos, como potenciar la presencia en el leprocomio de Sapucái, obligaron a las hermanas Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul a dejar la misión pastoral en Arroyos y Esteros, donde ayudaban a la parroquia y dirigían la escuela y colegio La Providencia. Los educadores formados por ellas dirigen hoy la casa de estudio. El actual párroco, José Benítez, añora el apoyo de las religiosas.

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Las vicentinas estuvieron 50 años en Arroyos y Esteros. Ellas vieron crecer y formar a varias generaciones. Trabajaron en la pastoral cuando esta comunidad aún no tenía párroco. Preparaban los bautismos, catequizaban a los niños, jóvenes e interesados en contraer matrimonio.

Oficiaban los responsos y eran las que oficiaban las celebraciones de la palabra en las compañías. Además de esta labor pastoral se encargaban de la atención de los pobres, especialmente de los niños y vieron la necesidad de impartirles una educación de más calidad. Este objetivo las llevó a crear la escuela y posteriormente colegio La Providencia, en cuyas aulas impartían las enseñanzas.

Un día, en cambio, luego de un encuentro general de la congregación, decidieron abandonar esta localidad y por consiguiente entregar la dirección de las obras a los laicos. La falta de nuevas vocaciones fue la principal causa. La congregación tampoco escapó al “relativismo”, como diría el papa Benedicto XVI, que mermó considerablemente las vocaciones sacerdotales y religiosas. Y las vicentinas presentes en varias localidades decidieron replantear su misión en el Paraguay.

En Arroyos y Esteros ya tenían varias generaciones de jóvenes maestros y consideraron que era hora de que asuman las obras que iniciaron. Y hace tres años entregaron la misión en esta localidad ubicada a 65 kilómetros de Asunción, en el departamento de Cordillera. La escasez de vocación también las obligó a abandonar las localidades de Yby Yaú, La Pastora y Yuty, y decidieron potenciar la presencia en el Leprocomio Santa Isabel de Sapucái, según nos indicó la hermana María Teresa Svarcas.

La monja Olga Fortlage estuvo siete años en la comunidad y relató que la escasez vocacional es una de las principales causas que llevaron a la congregación a entregar la obra, además indicó que la comunidad ya tenía laicos y laicas que crecieron con ellas, muy bien formadas y que deberían dirigir la misión que iniciaron.

Pero el que más añora el trabajo pastoral de las religiosas es el actual párroco José Benítez, quien recordó que en sus primeros años de sacerdocio ya trabajó con las religiosas y el aporte era valioso porque se encargaban de la catequesis y de la preparación de los pobladores.

“Hoy estoy nuevamente en esta comunidad que creció considerablemente y un solo sacerdote no puede abarcar toda la zona porque hay muchas comunidades”, puntualizó. Al igual que el párroco, otros pobladores añoran a las religiosas por el gran aporte que hicieron en la comunidad.

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