La tragedia de Zanja Póra

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Una tormenta amenazaba desde el poniente sobre el recital de Estela Raval y los Cinco Latinos en el Dvo. Sajonia aquel diciembre de 1958. Una pareja a un mes de casarse, con otros miembros de una notable familia asuncena, volvían a casa pero el taxi en que viajaban fue arrastrado por el raudal. Una tragedia para olvidar pero seres queridos para recordar eternamente.

“Esta calle es la famosa Zanja Póra porque cada vez que hay amenazo o llueve se deja ver la silueta de una pareja que recorre la zona”. La leyenda urbana corre en boca de los vecinos de la calle Dr. Coronel en Varadero. De hecho, la Escuelita San Vicente de Paul, ubicada en las cercanías del viejo Hospital de Clínicas, es llamada también “escuelita Zanja Póra”.

La calle que colecta grandes raudales que bajan desde la colina del Mangrullo hacia el río era una profunda zanja a fines de los 50. Los vecinos pasaban a través de precarios puentes sostenidos con caños metálicos.

A los 87 años, el exsenador Prof. Dr. Juan Roque Galeano tiene grabado en la mente aquel difícil y triste momento por el que pasó en la madrugada del domingo 14 de diciembre de 1958.

Egresado de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNA, entonces tenía 28 años y trabajaba como administrador de la Facultad de Medicina y del Hospital de Clínicas. Había ido al recital junto con su madre Ángela Villalba (44), su esposa María Concepción Brítez Faraldo (25) y su hermana María Irlanda Galeano (24). Los acompañaban el novio de la joven Bernardo Lalo Recalde (24), estudiante de Química de la UNA, oriundo de Paraguarí. Faltaba un mes para casarse, con todo el entusiasmo que ello implica. “Se estaban preparando con todo lo que significa una boda; que la iglesia, el registro civil, la fiesta, los invitados...”, recuerda el Dr. Juan Roque Galeano. 

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Con los nubarrones encima tomaron el taxi, guiado por Francisco Solano Flores, de 31 años, domiciliado en Dr. Montero y 15, según publicaciones del diario La Tribuna. Debían regresar a su casa en las inmediaciones del Hospital de Clínicas.

“Cuando se venía el mal tiempo del sur salimos inmediatamente antes de que llegara el temporal. Entonces, yo no tenía ni carretilla. Tomamos el taxi y vinimos por la Avda. Carlos A. López. Doblamos en Lisboa a la izquierda y bajamos hacia el Hospital. Cuando luego doblamos en la calle Londres nos encontramos con un gran raudal, un río. Cuando íbamos a alcanzar Estero Bellaco, le dije al chofer que doblara a la derecha para salir del raudal, pero él se dobló hacia la izquierda, hacia el Club San Antonio. Salimos en Dr. Montero y Paiva y retomamos. Le dije al chofer: cuidado que no nos tumbe. Me respondió que: es un coche pesado con muchos pasajeros. Entró y paró el motor a mitad del raudal. Era un zanjón de 15 metros y nos arrastró en el acto”.

El terror 

Allí sobrevino la pesadilla: “Mi madre (Ángela) se salvó tomándose de una columna en el cañón mismo del zanjón y auxiliada por unos vecinos. Mi hermana (María Irlanda), mi madre le calzó el cabello largo, pero como estaba mojado se fue. A Lalo no lo vi. El chofer también se fue. Yo también me fui y llegué al río Paraguay. Me agarré de una lancha chica de madera y pedí socorro. Un tripulante me alzó y me arrojó a la sala de máquina. Otro golpazo, pero me salvé. Tengo toda mi cabeza y mis brazos con cicatrices”. 

En el Hospital de Clínicas le cosieron la herida para atajar la hemorragia de la cabeza. Después lo llevaron al Sanatorio Juan Max Boettner, entonces se llamaba Bella Vista: “Allí yo también fui administrador con el Servicio Cooperativo Interamericano de Salud, que estaba en manos de los americanos. Después de morir el Dr. Juan Max Boettner, justicieramente lleva su nombre. Trabajé con él unos años y luego me contrató la Facultad de Medicina, siendo decano el Prof. Dr. Carlos Centurión”. 

Con serenidad prosigue: “Estaba medio muerto, nadie pensó que me iba a salvar con tantos golpes. Nos salvamos mi mamá y yo. Fallecieron mi esposa, mi hermana, el novio y el chofer. Dos días después aparecieron el cadáver de mi esposa y mi hermana. Asistí al sepelio de ambas, todo liado como esas momias de la cabeza a los pies, y atajado por dos o tres personas. Mi hermana y mi esposa fueron sepultadas en la Recoleta y Lalo en el cementerio de Paraguarí”.

Los vecinos recuerdan que del taxi solo quedó el chasis, el resto trizas, y que el lugar fue visitado por el mismo presidente Alfredo Stroessner el día después. Para hallar los cuerpos, incluso, lanzaron al río un plato con vela encendida.

Los raudales más famosos de Asunción que nadie pasaba en días de lluvia eran la calle Londres (Dr. Coronel), Nuestra Señora de la Asunción, Antequera y la calle Tacuarí. “Todos se quedaban, a veces hasta mediodía”. 

Para el Dr. Juan Roque Galeano “No se olvida. Nos vamos a la Recoleta, nos vamos a las misas. Recordamos siempre. A un ser querido nunca se olvida. No la olvido a mi hermana, ni a mi primera esposa, ni a mis padres, ni a mis abuelos. De vez en cuando voy a mirar la casa que era de mi abuela Teresa en Dr. Montero (Avda. Hospital) y Dr. Insfrán y la de mi madre, en Dr. Mazzei y Tte. Rodi. 

Su hijo Juan José Galeano nos llevó a conocer ambas casas que permanecen casi como las conoció en su infancia tras perder a su madre cuando aún pasaba mucho tiempo en sus brazos. Allí había vivido con sus abuelos Ángela y Juan Galeano Morel, un gran músico, creador de nada menos que Ndéve Þuarã Santaní.

En ABC TV

El capítulo de “La Asunción Escondida” que se emite los sábados y domingos por ABC TV aborda este fin de semana el drama de los raudales en Asunción. Un sempiterno problema que acecha a la ciudad desde sus orígenes hasta nuestros días y todavía no tiene visos de solución. Entrevistas con el principal sobreviviente de la tragedia de Zanja Póra y charlas con expertos forman parte de este programa con crudas imágenes de nuestros raudales. Repetición hoy a las 13:00 y 00:30 horas.

pgomez@abc.com.py