Raquel se dedica a la escribanía y la docencia universitaria. Es mamá de 5 hijos. Decidió escribir una historia basada en aspectos íntimos de su familia. “Cuando yo era una niña, mi mamá (Gladys) guardaba en su ropero una caja ‘misteriosa’. Con los años, supe que el contenido eran cartas que se escribieron los miembros de su familia entre los años 1940 y 1947, época posterior a la caída de Rafael Franco”.
La autora revela que en un par de cartas se habla de la situación política, pero en casi todas priman los momentos cotidianos y los lazos de apego y afecto.
Antes de concretar este sueño, Raquel asistió al taller literario del Club Centenario, donde tomó clases con la profesora Irina Ráfols, “con su enseñanza, el apoyo de mis compañeros y con disciplina, el libro fue tomando forma. Lo terminé de escribir un mes antes de que falleciera mi madre (Gladys falleció este último 15 de enero), a quien le hacía mucha ilusión este trabajo”.
Escribir es un arte que para Raquel se centra en el placer, “tenía unas ganas indescriptibles de plasmar por escrito sentimientos que brotan del corazón y de la mente. Creo que sería pernicioso y apresurado definir mi estilo. Para mí este libro es un homenaje de gratitud hacia la vida de mi madre quien amaba y admiraba el amor que se profesaban sus padres, y a su vez ella sentía por sus hermanos”.
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–¿Qué mensaje transmite tu libro al lector ajeno a tu familia?
–El aporte del libro sería el compromiso de honrar la memoria de nuestros padres y abuelos, dar una mirada retrospectiva a los valores familiares que primaban en una época no exenta de problemas de toda índole, y darnos cuenta de que lo más importante para nuestra sociedad es proteger y preservar esos valores.
–Lo familiar, también en la pluma, es esencialmente femenino.
–Podría ser una percepción más maternal y comprensiva de los avatares que viven los personajes de cada grupo familiar. Las cartas a las que me refiero fueron preservadas primero por mi abuela materna, luego por mi madre y así llegaron hasta mí, con el mandato implícito de conservarlas y rescatarlas del olvido.
–¿Qué sensaciones experimentaste mientras escribías?
–Experimenté el cariño de mi familia y de mis amigos. Cuando les contaba que lo iba armando, todos me animaban o me daban algún consejo. Me gustaría repetir este sentimiento en la brevedad posible.
–Decinos una frase que simbolice tu obra, que nos invite a ella.
–Rescato una frase de Amado Nervo que siempre decía mi madre: “Cada uno es el arquitecto de su propio destino”
–¿Qué literatura nos aclara las ideas hoy día: clásica o contemporánea?
–Definitivamente leer lo que nos gusta, sean clásicos o contemporáneos; la naturaleza humana es en esencia la misma sin importar el tiempo ni la situación geográfica, el fin último es siempre la búsqueda por alcanzar la felicidad, o recuperarla.
–¿Cómo resumís tu trayecto de lectora?
–De los escritores nacionales, el primero que me cautivó fue Casaccia Bibolini, luego fui incursionando en Roa Bastos, no puedo mencionar el orden de los libros que he leído; ahora estoy leyendo a Juan E. O’Leary. De jovencita leí clásicos como la Divina Comedia, que volví a leer de adulta, Cervantes y muchos otros. Mi padre y mi madre tenían muchos libros, algunos que recuerdo son: El Mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría, y Las Estrellas miran hacia abajo, de A. J. Cronin. Sería imposible recordar y no alcanzaría la vida para leer tantos libros escritos a lo largo de la historia. De la lectura espiritual y de santos: Santa Teresa de Jesús, San Agustín; de nuestro tiempo, San Josemaría Escrivá. Con mi marido y mi suegro aprendí a leer libros de historia sobre guerras y batallas. También me gustan mucho las biografías; mi suegra, que es una gran lectora, me prestó la primera que leí, sobre la vida de la reina Victoria de Inglaterra. Leer para mí es una aventura fascinante y de asombro sin fin.
–¿Cómo te organizaste para poder escribir?
–Con orden y alegría. Me preguntan mis amigas cómo hago, y les respondo que a pesar de mis actividades familiares, profesionales, de voluntariado, sociales, etc., me sobra el tiempo, porque todo lo que me hago me gusta y si no, le busco la vuelta. Además, tengo un marido muy bueno y comprensivo que siempre me apoya y me alienta, igual que mis hijos.
–Cuando uno inicia un proyecto, ocurren imprevistos, ¿te sucedió?
–Cuando decidí rescatar las cartas antes de que se perdieran o deshicieran, comencé a transcribir sin mucho orden, guardando todo en un diskette. Un sobrino usó el diskette donde estaba copiadas y, sin quererlo, perdió el archivo. Después entendí que simplemente no era el momento de brindar este testimonio epistolar que hoy quiero compartir con todos.
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