“Lo que pasó, pasó, doy gracias a Dios porque estoy vivo”

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Es el 27 de junio del 2015 y hay un viento fuerte en Lambaré. Juan Pablo Moreno (30) debe hacer un cambio de poste de la ANDE. Es electricista de distribución, y ese día lleva la grúa con un poste sobre la calle Carretera de López casi Von Poleski. Aproximadamente a las 11:00 de la mañana Juan Pablo ya está subido a la columna de 9 metros. “El viento era fuertísimo –recuerda– lo que hizo que el cable fuera hacia mí. Tenía el equipo de seguridad: un arnés, manga hasta la nuca, un guante de goma y otro de cuero”.

Juan Pablo estaba en la columna con el espuelín, un hierro que sirve para trepar los postes. “Al alzar la estructura el viento trajo el cable y como consecuencia recibí la decarga de 23.000 voltios y me caí sobre el brazo derecho. Pensé “che jukáta, Ñandejára”. Los albañiles que estaban trabajando vieron una explosión, “parecía un rayo que traspasaba mi cuerpo, me caí desde 7 metros y medio. Un compañero me socorrió y escupí sangre, no podía hablar”.

Con rapidez lo llevaron al hospital de Lambaré donde le dieron los primeros auxilios, y luego los bomberos lo trasladaron al Instituto de Previsión Social. “En ningún momento perdí la consciencia, el encargado de cuadrilla, Ramón Rojas, me decía “no me dejes mi hijo” y yo pensaba: “yo che ru namanomo’ãi. No perdí la consciencia. Estaban conmigo Toribio Cardozo y Mario Acuña, mis compañeros. A ellos les debo la vida. Si ellos no actuaban iba a dejar de existir, y se portaron muy bien conmigo, por ejemplo Elvio José Valdez, y todos los ingenieros de mi trabajo”. Juan Pablo había recibido capacitación y sabía perfectamente a lo que se exponía, era un milagro que estuviese vivo porque estaba quemado por dentro.

Entre sus padecimientos explica que tenía un coágulo en la cabeza, no le funcionaba un riñón, su corazón apenas, no estaba bien el pulmón, ni el hígado. El doctor decía que no iba a sobrevivir.

“Creo que es un milagro, tengo mucha fe. Los compañeros nunca me abandonaron, y oró por mí hasta gente que no me conocía, algo que agradezco porque me fortalecí. Yo orinaba negro, carbonilla. Estuve 15 días en terapia sedado. Después me ubicaron en el quinto piso, en una sala. Cuando vino el Papa yo tenía que estar trabajando. Siento que no pude estar”, rememora.

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“Cuando me llevaron al área de quemados el doctor Insaurralde, a quien le agradezco un montón, me miró los pies tres segundos y el brazo y dijo: ‘el brazo derecho está peleando’; le miré, no dije nada”.

Otro día el doctor Palacios me dijo que el informe del quemado recomendaba amputar los miembros inferiores, y yo le dije: “tenés que meterle nomás”.

El doctor respondió: “vamos a raspar la herida, sos joven, vamos a tratar”. Entré a cirugía, también a una pileta, limpiaban la herida sin anestesia, para ver si tenía sensibilidad”. Pero no había caso.

Le amputaron el pie derecho, a los cinco días fue el lado izquierdo. “Yo pedía que sea debajo de la rodilla. Me cortaron las piernas, pero en ningún momento decaí, veía a los jóvenes que tenían la cabeza partida, respirando con oxígeno y sentía que yo podía sobrevivir”. En todos esos días de sufrimiento Juan Pablo rezaba una oración para los enfermos, que ahora le llevó a un amigo que se electrocutó.

Estuvo en el área de quemados de IPS, en el primer piso. “La sicóloga me habló y yo le dije que valoro que estoy con vida, nadie sobrevive a una electrocución de esta magnitud. Yo me mentalicé”. El brazo derecho esta, pero todavía no tiene movilidad, el que usa es el izquierdo.

El equipo humano que lo atendió lo deja sin palabras, “la humanidad del doctor Insaurralde, el doctor Aquino y la doctora Lorena González. Ellos salvaron mi brazo, tuve un injerto de mi muslo derecho y un colgajo por el abdomen para fortalecerle”, explica.

Su rehabilitación

Como Juan Pablo no se deja vencer, hoy hace fisioterapia en el geriátrico Buongermini con la licenciada Francis Ortiz y el licenciado Seve. “Hago pesas con el brazo izquierdo, la ANDE me ayuda, no me quejo, estoy agradecido, alzo pesas en los muñones y me puse una meta: caminar. Me paré en la camilla y caminé con los muñones. Con ayuda de barras camino”.

¿De qué estás hecho Juan Pablo? le preguntamos y él dice que “la fe que uno tiene no te deja vencido, lo que pasó ya pasó, si uno se entrega a la enfermedad eso te mata.

Afirma que “tenemos que ser agradecidos, por algo sobrevivimos; si te entregás no vas a salir, tenés que alimentarte”.

Está muy contento de compartir su historia y asegura que va a volver a trabajar en la oficina y aún más. “Si decís ‘yo puedo’, uno sale adelante, con mucha fe y humildad. Me dijeron que otros logran al cabo de dos años la mitad de lo que yo hice en estos días. Tengo ganas de vivir y fortaleza para volver a trabajar”, finaliza.

mirtha@abc.com.py