“¡Los guerreros también saben llorar… Atención!”

Hoy se cumple un aniversario más de la numantina lucha librada por la recuperación por parte del Ejército paraguayo del fortín Boquerón, tomado por los bolivianos en represalia por haber sido expulsados de la laguna Pitiantuta y que significó el inicio de tres años de conflicto bélico.

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La captura de los fortines Corrales, Toledo y Boquerón llevó al Gobierno paraguayo a ordenar la recuperación de los mismos. La victoria de Boquerón, el 29 de setiembre de 1932, llevó a la toma de los otros fortines. De ahí en más, siguieron tres sangrientos años hasta la expulsión y retoma de todo el Chaco boreal, reintegrado a la soberanía nacional.

El fortín desde adentro

En esta ocasión, para tener una idea de los últimos instantes dentro del fortín ocupado por las fuerzas bolivianas bajo el comando del coronel Manuel Marzana, reproducimos las páginas de las memorias del mayor Alberto Taborga, que expresa:

“Cercado el fortín, sin víveres, sin munición, sin reservas de ninguna clase y sin esperanza de una eficaz ayuda exterior, los defensores se aferran al terreno y no ceden; no retroceden ni se amilanan frente a la potencia y el número del adversario. Lo paran, luchan, defienden el terreno hasta el sacrificio y renuncian, desde el primer instante, hasta a la vida misma. No tienen más objetivos que cumplir con su sagrado deber, resistir y resistir con firmeza, al avance del adversario…”.

“Las condiciones en que se han desarrollado todas las demás acciones heroicas en la Guerra del Chaco, han sido siempre otras. Han tenido libre la retaguardia y han contado en todo momento con los refuerzos.

Y los reaprovisionamientos necesarios y suficientes, para prolongar indefinidamente una acción. En la moral de los hombres, estas circunstancias han influido favorablemente: en las unidades, estas mismas circunstancias unidas a la libertad de movimientos, han creado un espíritu combativo y en los mandos la certeza de disponer de todos los medios y de contar con fuerzas más o menos parejas a las del adversario, ha tenido gravitación feliz en la conducción de la batalla, que ha podido ser llevada con el mayor grado de tenacidad.

“En Boquerón, ninguna de estas circunstancias ha favorecido la defensa. Bien pudieron, más bien, reducir la moral y la tenacidad de la acción. Pero, no. Las tres condiciones se cumplieron en grado superlativo. La suma de dificultades agrandó a sus defensores; los hizo tenaces, combativos… Heroicos. Boquerón luchó así, sin medios y sin esperanzas, pero con fe y con coraje; sin temor a la muerte y con profundo sentido del amor a la Patria. Por eso se proyectó limpia, prístina y pura en la gloria y en la Historia de la Patria. Es una acción sellada con el sacrificio, con el valor y la sangre del soldado boliviano. ¡Dios tenga en su Gloria a los caídos en esta acción!”.

La visión boliviana del enemigo

Los últimos días de la batalla amanecían “con una regadera de granadas y proyectiles”.

“Tenemos la impresión, hoy día, de que por fin llegó el desenlace y la liquidación de los que todavía vivimos en Boquerón. Casi la totalidad del Ejército guaraní se nos viene encima. Ya no cabe alternativa: acabar con las piltrafas que aún quedan. El tronar de las bocas de fuego así nos lo avisan”. Aun así, Boquerón se mostraba inexpugnable.

El día 29 de setiembre, cuando se concertó la rendición boliviana: “El enemigo cayó como un alud gigantesco desprendido de una montaña encima de espectros humanos, agónicos seres humanos sin ninguna fuerza vital, a quienes la fatiga y el hambre, la devoradora sed y el insomnio de tantos días sin poder conciliar un corto sueño, los tenía aletargados y algunos caminaban medio doblados, como si llevaran un peso en la espalda y daba la impresión de que estaban muy próximos a la inconsciencia, pues todo ese pandemónium parecía una gigantesca escena teatral.

“Nueve mil quinientas fieras humanas invadieron el fortín en toda su extensión y por todas las direcciones y como nadie escuchaba a nadie, no había explicación posible.

“Todo ha concluido”.

Un final galante

Al conocerse la rendición, los paraguayos, furiosos, irrumpieron en las zanjas del fortín, pero al percatarse del estado físico de los defensores bolivianos del fortín, se apresuraron a extender sus manos a los desgraciados y “en vez de ultimar a nuestros soldados a bayonetazos, los abrazan, les dan agua y se apresuran a ofrecerles sus paquetes sanitarios...”.

El instante postrero

Sobre los momentos que siguieron a la rendición de los valientes defensores bolivianos del fortín Boquerón, el mayor boliviano Alberto Taborga escribió en su diario:

“El coronel Gaudioso Núñez, comandante de la II División paraguaya, hombre infinitamente humano y exquisito ‘gentleman’, nos retiene en su Puesto de Comando. Sus oficiales y soldados nos observan como a ejemplares raros. Nos ofrecen reparador mate con leche condensada y galletas. Mezclo estos elementos con dos latas de ‘corned beef’ de fabricación argentina. Ninguno de nosotros se cuida de engullir raciones que por fuerza tendrán que enfermarnos…

“De pronto aparece el coronel Marzana, saliendo de una picada, le conducen con los ojos vendados, le contemplamos absortos. Las gargantas se anudan. Las lágrimas inflaman los ojos resecos, imposible de contener los sollozos…

“Gaudioso Núñez ordena:

“Oficiales y soldados del Paraguay, saludad las lágrimas de estos valientes. ¡Los guerreros también saben llorar… Atención!”.

“Todos se cuadran y saludan. Ellos también lloran. Son soldados que por veintitrés días nos han atacado furiosamente hasta vencernos”.

Hoy, a 85 años de aquella gesta, estas expresiones aún anudan nuestras gargantas y arrancan lágrimas en nuestros ojos.

surucua@abc.com.py

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