Mentes brillantes que se deben aprovechar mejor, en el Acosta Ñu

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Miguel Barbero Marcial, uno de los cirujanos más reconocidos a nivel mundial por sus técnicas quirúrgicas y sus innovaciones, vino al Paraguay a operar junto con sus exalumnos, hoy prestigiosos médicos del Hospital Acosta Ñu, y a transmitirles su experiencia. Se trata de una de las personas más importantes en la vida de 30.000 niños que ha operado en toda su carrera, muchos de ellos paraguayos a quienes de manera gratuita les intervino en el Instituto del Corazón de São Paulo (Brasil), además de contar en su haber con 200 trasplantes. Destacó la brillantez y calidad humana de los médicos, que deben ser motivo de orgullo para Paraguay, e instó al Gobierno y a la sociedad a doblar el apoyo económico para tratar a todos los niños posible.

El jefe de Cirugía del HGP Niños de Acosta Ñu, el cardiocirujano Marcos Daniel Melgarejo Frutos, y la jefa de Cardiología, Nancy Garay, tuvieron el privilegio de formarse con el cirujano cardiovascular, jefe del Servicio de Cirugía Cardiovascular Pediátrica del Instituto do Coração, de São Paulo y del Hospital Sirio Libanés.

El profesional vino acompañado de su asistente, actualmente toda una experta también, la doctora Carla Tanamati, quienes desde el 29 de junio al 3 de julio adiestraron a los profesionales y operaron con ellos.

Compartimos la entrevista que realizamos al renombrado profesional, sobre su impresión del avance de la medicina en materia de cirugía cardíaca y trasplante en el Hospital Acosta Ñu, donde se realizó el primer trasplante de corazón en niños, el 20 de setiembre de 2012, con la paciente Liz Ávalos.

–¿Le gustó lo que encontró?

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–Quedé muy impresionado cuando conocí el hospital y cómo trabajan aquí, con qué nivel de excelencia, de calidad técnica, de resultados. Muy contento porque ellos en parte son nuestros discípulos que aprendieron todo en el Instituto del Corazón. Aprendieron porque son brillantes y lo aplicaron en condiciones adversas.

–¿Cómo adversas?

–Tuvieron que hacer todo de nada, sin mucho apoyo gubernamental. A pesar de eso la doctora Nancy Garay con su fuerza de voluntad, con su simpatía, consiguió desarrollar un grupo cardiológico clínico y quirúrgico que opera muy bien y hace diagnósticos fantásticamente bien. Es un ejemplo para Paraguay y un ejemplo para todos los países sudamericanos, que tienen más condiciones económicas o más apoyo gubernamental y no desarrollan lo que desarrollaron en el Acosta Ñu. Está a la vista que el factor humano es fundamental, que es el que comanda la vida de un país, y ellos comandan la vida de un hospital.

–¿Qué falta para llegar a la excelencia?

–Ellos hacen todo muy bien y tienen un equipo muy bueno. Le falta poder tratar más pacientes. Tratan todos los que pueden pero es prácticamente el único centro de excelencia para niños con problemas de corazón. Es la razón por la que tienen un flujo casi insoportable de pacientes, es un número demasiado grande. Falta más apoyo económico para poder tratar a todos los niños posible, que es lo más sagrado que un país tiene.

–¿Del Gobierno?

–Sí, del Gobierno, pero también de la sociedad, que tiene mucha gente pudiente que puede ayudar a reforzar la fundación (Ceci), que ya apoya a los niños con cardiopatías del Hospital. Necesitan el apoyo para seguir haciendo el bien, porque mejor gente no van a conseguir nunca, porque tiene un manejo trasparente, en la parte económica. Aquí es un lugar de profesionales dedicados a hacer el bien, lo que suena hasta extraño, porque no es así como pasa en el mundo entero.

–Se lo recuerda por haber hecho en Latinoamérica el primer trasplante en un recién nacido.

–Fue un niño que vino de Chile, fue en la época en que era posible operar extranjeros, en Brasil. Hicimos 200 trasplantes de corazón en niños con el equipo de trasplantes, que funcionaba muy bien y sigue funcionando muy bien en el Hospital del Corazón de São Paulo. La doctora Carla Tanamati, que es mi asistente y vino conmigo, es la que está haciendo actualmente más trasplantes en el Instituto y los resultados son muy buenos.

–¿Cuánto es la sobrevida de un trasplantado de corazón?

–Tenemos pacientes con 10, 15 a 20 años de trasplante y están bien, y uno se queda satisfecho. No hay otra chance de mantenerlos vivos que no sea el trasplante. No hay un límite, hay una curva, después de cinco años hay una mortalidad del 20 por ciento, después de 7 a 8 años la mortalidad es de 25 a 30 por ciento, 10 años después la sobrevida es de 60 por ciento y la mortalidad de 40 por ciento. La sobrevida disminuye en los primeros años, pero la parte tecnológica ha evolucionado tanto que el corazón artificial hoy es una realidad y existen personas que están hace años con el aparato, y le da tiempo al niño para que tenga más chances de sobrevivir.

–¿Hay casos de retrasplantes exitosos?

–Muchos casos hicimos con éxito en São Paulo, de niños que se pusieron mal; a veces el corazón no recupera bien porque el implante no era bueno y hay que retransplantarlo al día siguiente. Otras veces tuvimos casos en que 10 años después de la cirugía el corazón está deteriorado y es necesario colocar otro nuevo.

–¿Una anécdota que le marcó?

–Tengo más de 50.000 (risas). Muchas fueron felices, pero el mayor recuerdo que uno tiene son las fallas nuestras, al menos conmigo es así. Hay cosas muy lindas también. Una vez en São Paulo cuando ya le había sacado la mitad del corazón a un niño me di cuenta de que no tenía enfermedad del músculo, que era una coronaria que estaba mal colocada, anómala, por suerte la vi, ahí le reconstruí de nuevo el corazón.

–¿Y se perdió el corazón del donante?

–No, y el corazón del donante estaba en la sala. Ahí le dije en el acto: “Carla, llama a otro chico”. Ella buscó otro que estaba esperando por un donante, lo metió en quirófano, le abrió, le sacó el corazón, yo pasé del otro quirófano y le puse el corazón que no había usado. Los dos chicos salieron muy bien.

–Me dicen que creó la casa del trasplantado...

–Sí. Busqué los recursos pensando en las madres de afuera de São Paulo. Sin esa casa no podíamos hacer trasplantes, porque el trasplantado tiene que quedarse cerca de los médicos un año, a veces, por ejemplo, tres meses antes y siete meses después, si no el paciente puede tener una mala evolución, y para eso se necesita una casa confortable para la madre y para el niño. Es un problema social complejo, porque la madre deja a sus otros hijos a varios kilómetros de São Paulo.

–Tiene acento argentino pero es brasileño...

–Soy argentino pero me nacionalicé como brasileño. A los 23 años fui a vivir a Brasil.

–¿Un mensaje final?

–Solamente quiero, de todo corazón, felicitar al grupo que me ha dejado emocionado por la calidad del trabajo que están haciendo y por el fantástico desinterés que ellos tienen en todo lo que sea material. Lo único que interesa a ellos es que los niños sean tratados y salgan vivos. Es un grupo maravilloso, es rarísimo ver eso en el mundo, es un grupo fantástico, y siempre con mi equipo le daremos todo el apoyo.

antonia@abc.com.py