El Centro Comunitario de la Chacarita, ubicado en Mómpox y Manuel Gondra, fue el espacio donde los proyectos se unieron para ofrecer una alternativa diferente a los pobladores. La iniciativa fue de la Pastoral Social Arquidiocesana y contó con la colaboración de varias instituciones públicas y organizaciones privadas.
Según el balance que dieron a conocer, este año acompañaron muy de cerca a unos 30 jóvenes adictos y a otros iniciados en vicios, y en adelante dependerá de los mismos superar la dependencia de las drogas. En esta tarea contaron con la colaboración de la Senad y la Municipalidad de la Capital.
El centro funcionó igualmente como un espacio para la capacitación . Unas 50 mujeres fueron formadas como peinadoras, y con esta profesión tendrán ingresos y se ganarán la vida con su trabajo.
Instituciones como el Servicio Nacional de Promoción Profesional y el Sinafocal, en cambio, capacitaron y certificaron nuevos electricistas y albañiles. Otros proyectos contaron con la orientación de Sonidos de la Tierra y A Puro Canto, e hizo posible la formación de nuevos músicos. La comunidad tiene grupos orquestales y jóvenes que ejecutan la guitarra. El local ofreció, asimismo, espacios para el deporte y la práctica de danza y zumba. Todos estos apoyos fueron complementados y acompañados con orientaciones espirituales.
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La Senavitat es otra institución pública que trabajó en el lugar. Aportó para mejorar las viviendas y hacer más saludable el lugar. En este contexto, se facilitaron la normalización de los títulos y el registro de las personas, gracias al apoyo del Ministerio de Justicia. Diben acompañó a los niños y jóvenes, así como la Secretaría Nacional de la Niñez.
El arzobispo de Asunción, Mons. Edmundo Valenzuela, valoró el trabajo en redes que se realizó en la comunidad, porque aglutinó a muchas organizaciones sociales y asistenciales, a las que se sumaron las fundaciones. “El trabajo en redes de cada una de estas organizaciones produce un resultado novedoso, válido y esperanzador. Constituye un modelo de unidad en la vastísima diversidad de la Chacarita. La intervención en programas de prevención o de recuperación fue el eje social y cristiano de la obra”, indicó.
Valoró, igualmente, la confluencia de muchos voluntarios, que desde su especialidad lograron el ambiente sano, humano, de alegría y de convivencia social, en la escuela del respeto, la disciplina y la hermandad dentro de la familia chacariteña y en torno al centro comunitario.
