Llegaron puntuales, ataviadas con su uniforme diario: remera de la Cooperativa 11 de Noviembre de Asunción y jeans. “Nos maquillamos un poquito para la foto, pero generalmente no nos pintamos, hace mucho calor y también por discreción y don de ubicación”, confiesan.
Maribel inicia la charla contando que aprendió a manejar de adolescente con su papá. “Él traía animales del Chaco y yo lo acompañaba en los viajes”. Es mamá de 3 hijos y una de las primeras en el oficio, lleva 21 años. “Antes de eso trabajaba con unos orientales en galería Palma, pero me interesaba el taxi. Los taxistas me decían que el trabajo era bueno, se ganaba, era independiente pero que no era algo para una mujer. En esa época, para aumentar nuestros ingresos familiares, le sugerí a mi marido comprar un taxi, le pareció buena idea, no así que yo manejara (lo tomó a broma). Luego, mis patrones orientales se fueron de Paraguay y con el dinero que me pagaron compré mi propio taxi. Así empecé. Hoy los dos somos taxistas”.
Carmen contabiliza 18 años manejando: “Yo tengo 4 hijos (uno falleció) y estoy en pareja con un argentino; él es el taxista verdadero, me enseñó a manejar y a entrar en este trabajo. Antes de ser taxista, manejaba una camioneta-flete en el Mercado de Abasto”.
Daniela es mamá de 1 hijo al que crió prácticamente sola (después de muchos años decidió volver a tener pareja, un taxista). “Dejé en 5º año de Economía para ir a trabajar a EE.UU. en lo que siempre había hecho: auxiliar contable. Viví allá más de 5 años. Cuando volví, mi papá estaba entrando en edad y necesitaba ayuda. En nuestro país ya sabemos que pasando los 35 años no conseguís trabajo fácilmente. Así fue que le pedí un lugarcito en su taxi a mi papá por 3 meses y me quedé hasta hoy, 10 años”.
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Llegar a un mundo de hombres no es fácil para ninguna mujer. Sin embargo, algunas logran sortear cada obstáculo. Tal es el caso de estas tres mujeres taxistas, de las aproximadamente 10 que existen en Asunción. “En el interior hay más”, aclaran. Con paciencia e inteligencia femenina, lograron cimentar su labor y ser aceptadas por los compañeros. Los usuarios que llaman y piden un taxi todavía las confunden con “la secretaria de la parada”. “En estos años –dice Daniela– solamente una vez recibí discriminación y fue de parte de una joven que se acercó a la parada y no quería que yo la llevara. Mi compañero, solidario, intervino y le dejó en claro que yo era tan taxista como ellos”. Maribel recuerda: “Yo solo al principio tuve problemas con mis compañeros de la parada, te hablo de hace 20 años atrás, pero no me deprimí ni desistí, me cambié de parada y apliqué positivamente lo que había aprendido”.
Para todas, el compañerismo es la mejor carta de estabilidad laboral. Cuentan que los taxistas tienen un eslogan solidario: “Hoy por ti, mañana por mí”, y lo cumplen a rajatabla.
–Ser mujer y andar solita sigue siendo riesgoso en nuestra cultura.
–M: ¿Decís por el acoso? Las mujeres siempre estamos expuestas a recibir piropos o propuestas porque el hombre quiere conquistar, está en su naturaleza. En el taxi muchos se sientan a tu lado, algunos toman tu tereré, y bueno hay que tener tacto, ser cordial, porque es parte de nuestro trabajo.
–C: Con los clientes y compañeros somos respetuosas y así recibimos lo mismo.
–¿Qué momentos difíciles recuerdan?
–D: Yo me acuerdo de una mujer que me pidió seguir a su marido y lo pescó con la amante en plena calle; ¡había sido que llevaba un arma! Tuve que intervenir como policía, psicóloga y juez. Lo gracioso fue que el tipo salió corriendo y dejó a las dos en la calle, bueno, a las 3, también a mí apaciguando.
–M: A mí lo máximo que me pasó es que se bajan y corren sin pagar, pero no es un riesgo de vida.
–C: Yo casi nada. Trabajo mucho con criaturas, para sus padres es más rápido y seguro que vuelvan en taxi que en transporte escolar.
–Pero de noche hay tantos borrachos.
–(Ríen) M: ¡Son nuestra especialidad! Lo que te toca, te toca y hay que aguantar. “Llevame a mi casa”, te dicen, pero no saben la dirección. No traen mayores problemas, por ahí te piden que pongas cachaca y poder fumar en el auto.
–D: Sí, accedemos en esos detalles. En esto tenés que ser arriera, ponerte a su nivel. Pero sea de día o de noche, lo que no hacemos es trasgredir las reglas del tránsito, y muchos se enojan porque quieren llegar rápido.
–¿Llevan algún arma para protegerse?
–M: ¡No! Un arma, por defenderte, se te puede volver un elemento en contra. Nunca nos asaltaron. Tenemos la radio. Y antes de salir de casa nos encomendamos a Dios y la Virgen. Mandamos bendecir nuestro taxi también.
–C: Yo llevo la foto de mi padre.
–M: Yo a San Miguel, es mi protector.
–¿Qué les dice el chiste de “mujer al volante…”?
–D: Hay que tomar de quién viene, nos reímos, para qué discutir por cosas así.
–M: Si hasta sabemos de mecánica, porque cuando te quedás a las 3 de la mañana, ¿quién va a ayudarte?
–C: Hay temas más importantes para discutir, por ejemplo la educación vial. Nuestra mayor pesadilla son los motoqueiros.
–¿Cómo era Asunción hace 15, 20 años atrás?
–M: Menos tráfico, menos droga.
–¿Qué les ha enseñado particularmente ser taxistas?
–D: A mí me dio mucha seguridad personal.
–M: Seguridad, te hace sentir importante. Sabés que cualquier otra mujer no va a hacer esto; es un trabajo pesado, de aguante.
–C: Yo vencí la timidez y aprendí a hacer amigos. No sé manejar bien un celular, pero ser taxista me enseñó a saber hablar y defender mis derechos. Por favor, no te olvides de poner que todas, además de trabajar hasta 13 horas por día (con todo el sacrificio que implica, desde usar los baños públicos hasta no tener horario fijo para almorzar), nos ocupamos de nuestra casa, marido e hijos, y que gracias a Dios ellos nos entienden, valoran y agradecen.
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