Una historia de superación

Francisca Villalba Pereira (27), indígena maskoy, está a punto de presentar su tesis de licenciatura de Trabajo Social (Facso-UNA) y es oficialmente la primera de su comunidad en lograr culminar esta carrera. En esta nota nos cuenta parte de su vida, su realidad y deseos ligados sustancialmente a su familia y comunidad.

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Francisca nació en Filadelfia (Boquerón) pero se crió en Puerto Casado. Decidió seguir la carrera de trabajo social pensando en su familia, su comunidad y toda la sociedad vulnerable, “hay una carencia en el acompañamiento a los sujetos de derechos para con sus derechos y obligaciones”, sostiene.

Tuvo el apoyo de la beca de Bicentenario-Itaipú 2012, pero muchas veces no alcanzó el promedio requerido, “debía hacer gestiones con los encargados de la beca; me hacían esperar 6 o 7 meses para poder seguir con el beneficio, en ocasiones no me pagaban todos los meses que correspondían. Gracias a Dios, hubo personas que me dieron la mano para seguir estudiando, sin ellas no hubiera culminado la carrera”.

Tras 6 años, Francisca llegó a la meta y apresta su tesis de licenciatura, el tema: la vida de las mujeres indígenas maskoy de la comunidad de Riacho Mosquito, en Puerto Casado, Alto Paraguay.

–¿Qué fue lo que más te costó y qué no en la carrera?

–Lo más difícil fue la distancia que tenía que hacer desde mi casa a la facultad (Areguá-San Lorenzo), me llevaba 2 horas, 2 colectivos de lunes a viernes. Muchas veces tenía justito para el pasaje. Lo que me gustó fue poder hacer pasantía en instituciones con los sujetos de algún derecho negado o postergado. Por ejemplo, en la Secretaría de la Niñez y Adolescencia. De hecho, quiero enfocarme en niños e indígenas de nuestro país.

–Sos la primera egresada indígena en esta carrera.

–Creo que sí, también la primera que se gradúa en la familia maskoy y la etnia angaité. Eso me produce una gran felicidad tanto a nivel personal como con mi familia y otras familias de mi comunidad.

–¿Cómo te integraste al grupo de estudio?

–Eso no fue tan difícil. Hice la secundaria en colegio no indígena; hablo poco, aunque no soy tímida. Antes de llegar a la facultad, en mi comunidad de Puerto Casado ayudé en la iglesia, en la parroquia San Ramón Nonato.

–¿Nunca sentiste discriminación o, al contrario, algún tipo de consideración especial por ser indígena?

–No fui discriminada y se me trató a como a todos los demás. Cuando necesité tuve la ayuda de algunos buenos profesores que siempre me apoyaron para seguir estudiando.

–Comenzaste en un instituto y egresaste de la Facultad de Ciencias Sociales (Facso).

–Así es, ¡por fin ya es facultad! Es el resultado de mucha lucha de profesores y estudiantes. Ojalá que ahora se ofrezcan mejores condiciones para esta carrera que hace tanta falta en nuestro país. A los trabajadores sociales aún no se nos da nuestro lugar, con la ley de trabajo social lo vamos a conseguir.

Padre Livio Farina, más conocido como Pueblito, en Puerto Casado, es la comunidad de Francisca. Ella no habla angaité, sí castellano y guaraní, “debido a la expulsión de mi gente de sus territorios tradicionales por la empresa taninera Carlos Casado, fuimos perdiendo nuestro idioma al tomar contacto con los no indígenas“, lamenta. La casa añorada de Francisca, allá en su Chaco, “es solo una pieza grande de karanda’y”. Esperanzada, después de defender su tesis piensa retornar. Tiene 5 hermanos varones y una hermanita. Su mamá tiene 50 años y su papá 58. “Mi familia, a pesar de vivir en la pobreza extrema, siempre me apoyó para que yo pudiera estudiar”.

–Tuviste la oportunidad de integrarte a una cultura diferente a la tuya, ¿qué cambió en vos?

–Creo que no tengo nada que corregir, me siento bien conmigo misma. Mis padres siempre nos enseñaron que aunque tengamos profesión nunca debemos negar de dónde venimos ni lo que somos. Hoy me levanto cada día agradecida, le pido al Padre Bueno que me dé fuerzas, si ayer pude, ¿por qué hoy no voy a poder?

–Después del título, llega la hora de ganarse el pan, ¿qué planes laborales tenés?

–Estoy buscando trabajo en el Chaco, pero hasta ahora no conseguí. Llevé mi currículum al intendente de Loma Plata, pero nunca me respondió. A veces las instituciones prefieren trabajar con los profesionales no indígenas, muchas de esas personas viajan desde Asunción al Chaco y vuelven cada fin de semana. Otra realidad es que a los indígenas siempre se les paga menos por su trabajo, aún no entiendo cuál es la razón.

–¿Cómo está el nivel de escolaridad?

–Muchos más jóvenes que antes terminan su tercer año de la media, pero son muy pocos los que acceden a un estudio superior, porque les falta ayuda económica, ya que sí o sí hay que salir hacia Concepción o Asunción.

–¿Qué pedís en nombre de tu pueblo?

–Exijo al Estado paraguayo que garantice nuestros derechos y que los gobiernos tengan políticas sociales para atender a ese 2% de la población paraguaya que vivimos en la pobreza extrema. Que las mujeres indígenas sigan siendo protectoras de sus culturas y sean reconocidas. Que las universidades promuevan el acceso a jóvenes indígenas a las carreras superiores ofreciendo becas sin tantas restricciones, estudios con currículo diferenciado, para que no se conviertan en centros de trasplante cultural de indígenas. Y, por último, estoy lista para trabajar. ¡Tache! (¡gracias!, en angaité) por esta oportunidad que me dan de poder transmitirles a todos mis logros, alegría y esperanza.

lperalta@abc.com.py

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