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El presidente del Indert, en verdad, no está defendiendo a las ONG fantasmas, está defendiendo a los “fantasmas” que están tras las ONG, esos poderosos políticos que lo mantienen a Cárdenas en su puesto.
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Es que en la política, si yo soy diputado o senador, para apoyar al presidente del Indert necesito que el mismo me invente alguna teta de donde conseguir dinero para comprarme una 4X4, una estancia, un departamento en Miami u otras chucherías. Una ONG, por ejemplo.
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Está equivocado el actual titular del Indert cuando dice que nuestro diario pretende por todos los medios desacreditar al ente rural. No es el ente rural el responsable de los desaguisados que estamos publicando, sino es una persona, su presidente. Justo Pastor Cárdenas se llama.
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Habría que preguntarles a los sociólogos entendidos en la materia, a qué nivel debe llegar la delincuencia en un país para que comiencen a aparecer los “escuadrones de la muerte”, y ver cuál puede ser la posición de Paraguay.
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En nuestro país, los bandidos, delincuentes, cuatreros, malhechores, guerrilleros del EPP, asesinos, tienen “derechos humanos”; mientras, el resto de la población, los robados, los asaltados, los heridos, los deudos de los asesinados, tienen “la ley”.
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¿Alguien cree, por ventura, que el dirigente colorado José Martínez, su hijo Armando Martínez, y hasta su actual pareja sentimental, Melissa Samaniego, que consiguen fondos multimillonarios del Indert para hacer pozos, lo hacen por ser buenos constructores?
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Ahora resulta que el currículum del comandante de las Fuerzas Militares Gonzaga Garcete es un secreto de Estado que nadie puede conocer.
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Que quieran ocultar a toda costa los méritos que tiene una persona para ejercer un cargo, habilita a pensar que en realidad no tiene ninguno.
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Continúa nomás la ola stronista en el oficialismo. Como en los viejos tiempos, algunos chupamedias piden reelección, piden instalar la “cadena nacional” y otras lindezas.
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De vez en cuando los dirigentes que tienen importantes cargos públicos deberían ejercer una función docente y decirle a la gente que en el stronismo hubo robos, persecuciones, exilios, torturas y muertes.
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Obviamente, suponemos que las autoridades no desean volver a los tiempos en que había que afiliarse al partido oficialista para conseguir trabajo, ir arreado a los actos políticos y comprar obligatoriamente los diarios que cantaban loas al Gobierno.