Altas comisiones y actitud dolosa en “inversiones” de Cajubi en Canadá

Según estimó en 2012 la Dirección Jurídica de Itaipú, entonces a cargo de Diego Bertolucci, en un lapso coincidente con el gobierno de Nicanor Duarte Frutos (2003-2008) y la gestión de Víctor Bernal como director paraguayo de la entidad, desaparecieron de la Caja Paraguaya de Jubilaciones y Pensiones de Itaipú Binacional (Cajubi) US$ 176 millones.

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Bertolucci calificó el hecho como “el mayor robo del siglo XX”. Esta serie se refiere a la porción que se perdió en Canadá, unos US$ 57 millones del total. Hasta allí fuimos a buscar el rastro del dinero.

Los presidentes del Consejo de la Cajubi en ese período fueron Julio Romero (2003-2004), Víctor Bogado Núñez (2004-2008) y Mariano Damián Escurra (2008-2010). Los hechos que se relatan en esta serie corresponden a las administraciones de Bogado y Escurra, a partir del testimonio de uno de los intermediarios, el canadiense de origen guatemalteco Eduardo García Obregón, imputado en la causa y con pedido de extradición, quien se declara dispuesto a contarlo todo. “Si me voy preso, que se vayan también los verdaderos responsables”, dice.

Actitud dolosa

Vimos que en 2005 y 2006 Cajubi remesó aproximadamente US$ 13,7 millones a la empresa canadiense Universal Settlements International (USI) para adquirir pólizas de vida en el mercado secundario. Ya para fines de 2006 estaba claro que todo iba rumbo al fiasco. Puede pasar, a veces los negocios salen mal. Sin embargo, en vez de suspender inmediatamente las inversiones y recuperar lo que se pudiera, como habría sido lo lógico, hicieron lo inverso: cuadriplicaron los envíos. Únicamente una conducta dolosa puede explicar esa actitud.

Hay dos posibles razones concretas que habrían motivado a los entonces administradores a hacer lo que hicieron. Una son las altas comisiones que se pagaban, alrededor del 12% del monto de cada operación, muy por encima de lo que se estila. Cuanto mayor el monto, mayores las comisiones. Como no era su capital, y como al parecer se sentían impunes, poco les importaba que las inversiones salieran bien o mal. Las comisiones se pagaban “upfront”, en el momento del cierre del trato, o del “closing package”, como le llamaban. Sobre esto hay mucha documentación.

La otra posible razón es más difícil de probar, pero hay suficientes indicios para desarrollar una hipótesis perfectamente factible. Por los montos y condiciones insólitos que se aceptaron para algunas operaciones, cabe la sospecha de que se hizo figurar un capital invertido muy superior al real, con el acuerdo secreto o algún tipo de promesa de repartirse la diferencia. Como explicaremos, los “lifes settlements” o “acuerdos viaticales” permiten hacer esto, de ahí quizás la insistente preferencia por este tipo de riesgosos activos.

Cuenta García Obregón que, en marzo de 2007, ya después de que USI evidenciara sus problemas (ver nota de ayer), Víctor Bogado Núñez contactó con él para que le estructurara un paquete de inversiones en instrumentos basados en commodities canadienses, y le comunicó que el intermediario ya no sería Arturo Girardi, con quien habían tratado hasta ese momento, sino un señor llamado Ronald Timcke Holst, a quien presentó como un hombre de finanzas muy respetado en Paraguay, dueño de la firma Valores Casa de Bolsa y expresidente de la Comisión Nacional de Valores (nunca lo fue).

Así se origina la relación de Cajubi con otros tres grupos distintos a USI, que llamaremos Genesis, First Canadian y Union Securites, en los que García Obregón tuvo participación y a los que nos referiremos en posteriores entregas.

Unos meses después, entre julio y septiembre de 2007, siempre según el relato de García Obregón, Bogado y Escurra deciden volver a los “life settlements” (los mismos instrumentos con los que habían perdido en USI) y colocar dinero de Cajubi en Keystone, una empresa que acababa de inscribirse en Delaware, Estados Unidos, a nombre de Cal Waddell, pero que en realidad era de Antonio “Tony” Duscio, uno de los exdueños de USI que había salido de allí peleado y demandado por sus exsocios Jeff Panos y Chris Halas.

Duscio salió de USI, pero se llevó casi todo de ella, excepto el nombre. La mayoría de los empleados se fueron con él, incluido Cal Waddell, que era el analista de riesgos y pasó a ser su prestanombre en Keystone, ya que Duscio no podía operar directamente con “life settlements” por un acuerdo de no competencia con Panos y Halas. La nueva empresa incluso funcionó en el mismo edificio en el que funcionaba USI, que se había comprado a nombre de Catan Canada Inc., una empresa de su esposa, Leanne Duscio, probablemente con dinero de Cajubi.

Como se explica en notas anteriores, los “life settlements” consisten en comprar pólizas de vida a ancianos o enfermos en Estados Unidos (en Canadá no es legal) que aceptan dinero adelantado por debajo del valor facial del instrumento a cambio de trasladarle al adquirente la obligación de pagar las primas a la compañía aseguradora y cederle el derecho de cobrar como beneficiario en el momento del fallecimiento, algo que eufemísticamente llaman “maduración”.

De acuerdo con los registros de la propia Cajubi, se enviaron a Keystone US$ 8,8 millones para solo dos pólizas, una por el 100% y la otra por el 70%, la primera con valor facial de US$ 6,5 millones emitida por Axa Equitable Life Insurance Company, y la segunda con valor facial de US$ 5 millones emitida por The Lincoln Life Insurance Company.

Supuestamente, ambas tenían un “tiempo de maduración” (expectativa de vida) de 12 meses, con lo cual se calculaba un rendimiento para Cajubi de 14%. No solamente eso nunca ocurrió, sino que las pólizas siguen hasta hoy sin “madurar” y es Cajubi la que está pagando las primas por instrumentos que ni siquiera están a su nombre, sino de Keystone (hay una demanda en Canadá a Cal Waddell).

A simple vista este negocio no cierra por ningún lado, ya que lo usual es que se negocie con el titular un precio muy inferior al valor facial, típicamente alrededor de medio millón de dólares, no los US$ 8 millones que pagó Cajubi por títulos con valor combinado de US$ 11,5 millones, menos las primas.

Eduardo García Obregón narra lo que pasó en realidad. “Aunque habían aceptado adherirse a la convocatoria de acreedores de USI (ver nota de ayer), Bogado y Núñez estaban maravillados con Duscio, a toda costa querían hacer negocios con él” (por algo habrá sido).

“En julio de 2007 Duscio llega con una póliza ‘mágica’ que les vendió a Bogado y a Escurra como de muy corto plazo, solo 12 meses de expectativa de vida, y la otra punta (así le llamaban en clave a las comisiones) de aproximadamente 13%, con valor facial al momento de maduración de US$ 10 millones. Al final la plata supuestamente terminó colocándose en dos pólizas, una emitida por Axa y otra por Lincoln. Yo actué de nexo, pero el intermediario fue Ronald Timcke, a quien Kelly Ruxton (la administradora de Duscio) le envió US$ 1,14 millones a una cuenta en Zurich, a nombre de una empresa llamada Rio Conde que habían creado en Panamá”.

“Esas pólizas nunca maduraron y Bogado Núñez presionaba para mostrar resultados, por lo que a fines de 2008, principios de 2009, Waddell propone renovar (“rollover”) la inversión por 18 meses, ofreciendo un capital “nuevo” de US$ 10 millones con un valor de maduración de US$ 11,4 millones. Cajubi acepta y Kelly Ruxton envía otros US$ 110.000 en comisiones por el rollover, que Waddell registró de esta manera: US$ 100.000 como comisión a Timcke y US$ 10.000 como “bono de consultoría” a Víctor Bogado Núñez, quien ya no era consejero de Cajubi”.

Pero eso no es todo. En línea con nuestra sospecha de que se repartieron el capital, García Obregón cuenta lo siguiente: “Aunque de esto no tengo pruebas, lo que se comentó fue que Duscio y Waddell les pagaron a dos ancianitas en Estados Unidos solo US$ 1,8 millones por las pólizas utilizando a un abogado con fama de mafioso llamado Mike Amato, y unos US$ 400.000 en primas a las aseguradoras, y se quedaron con el resto, es decir, más de US$ 6 millones. Podría ser un poco más o un poco menos, pero difícilmente se les haya pagado a las ancianitas y a las aseguradoras los US$ 8,8 millones que puso Cajubi”.

Lo que es difícil es que Bogado y Escurra, que tienen suficientes conocimientos y experiencia en finanzas, no se hubieran dado cuenta de esto. De ahí la presunción de que pudo haber un acuerdo bajo la mesa y quién sabe entre cuántos se terminó repartiendo el botín.

Las pólizas siguen a nombre de Waddell, que, pese a ello, no paga las primas. Cajubi ha tenido que desembolsar desde agosto de 2010 aproximadamente US$ 665.000 para mantenerlas activas.

Según García, además, en realidad ambas pólizas eran por el 100%, pero Waddell se apropió del 30% de una de ellas, asignándole a espaldas de la Caja una alícuota de US$ 1 millón para “su amigo/socio Robert Taurosa, demandado por fraude en Estados Unidos”, y otra por US$ 500.000 para él mismo.

“Significa que cuando las pólizas maduren algún día, las aseguradoras Axa y Lincoln emitirán cheques por US$ 1 millón para Taurosa y US$ 9 millones para Waddell, que tiene las pólizas a su nombre y decidirá cuánto le da a Cajubi, que es la que paga las primas, si le da algo. Todo esto fue aceptado por Cajubi con sus abogados de Shibley Righton en Canadá a US$ 2.000 la hora”.

De la repartija del capital será difícil encontrar registros, aunque la justicia paraguaya puede llamar a declarar a muchos de los canadienses involucrados. Después de todo, en algún lugar tiene que estar el dinero perdido.

De lo que sí quedaron registros es de las comisiones, ya que las mismas tienen que ser contabilizadas, deducirse de impuestos y, además, García Obregón tiene en su poder las constancias de muchas de las transferencias. Como él dice: “Todos podemos mentir, pero los récords bancarios no mienten”.

Según García, a Ronald Timcke se le transfirieron US$ 5 millones en total: US$ 1,14 con Keystone, US$ 932.000 con Génesis, US$ 1,9 millón con Union Securities y Columbus, y US$ 887.000 con First Canadian, todo a través de la empresa Rio Conde SA creada en Panamá. A eso hay que agregar US$ 1,5 millones transferidos a Arturo Girardi por los contratos con USI.

Solo en Canadá, hubo al menos US$ 6,5 millones en comisiones pagadas a los intermediarios de Cajubi por instrucciones expresas de sus administradores. No es difícil imaginar que no fueron ellos los que se quedaron con la mayor parte de ese dinero.

Mañana: copias de las transferencias bancarias

Enviado especial a Canadá

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