La fe y la lluvia impregnaron a miles de seguidores de la Virgen

La torrencial lluvia que hubo en gran parte de la madrugada y durante la misa que se ofició ayer en Caacupé, impregnó de fe a miles de seguidores de la Virgen que acudieron a la Villa Serrana para honrar y agradecer a su protectora por los favores recibidos. En la homilía de la eucaristía, el cardenal Luis Héctor Villalba instó a los jóvenes a buscar la santidad.

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El día de la Virgen de Caacupé comenzó con un diluvio. La torrencial lluvia amenazaba con aguar la fiesta mariana. Sin embargo, la fe resultó más fuerte e hizo que los miles de fieles participaran estoicamente de la misa en honor a la Inmaculada Concepción.

La plaza del santuario lucía una marea de paraguas y se veía a gente con pilotines e impermeables de diversos colores. A otras personas no les interesaba quedar empapadas.

En este ambiente comenzó la misa que ofició el cardenal Luis Héctor Villalba, el enviado del Papa que vino al Paraguay para celebrar el 50º aniversario de la diócesis de Caacupé. Durante la celebración, que contó con presencia del vicepresidente Juan Afara, de la presidenta de la Corte Dra. Alicia Pucheta y de otras autoridades nacionales y departamentales, el secretario canciller del obispado, Pbro. Marciano Toledo, leyó una carta que el Papa le remitió para transmitir el contenido al pueblo junto con su afecto hacia el Paraguay.

En la homilía, el purpurado desarrolló una catequesis sobre la Inmaculada Concepción y llamó a los jóvenes a buscar la santidad y responder generosamente a Dios.

Recordó con énfasis el 50º aniversario de creación de la diócesis de Caacupé y, en ese sentido, indicó que una jurisdicción eclesiástica es la que aquí y ahora hace presente a la Iglesia: Una, Santa y Apostólica. Agregó es la diócesis la que da vida a las parroquias y a las otras formas de comunidad en la Iglesia. Aclaró que ninguna comunidad puede vivir como unidad autárquica y no sentirse responsable de la totalidad de la diócesis, confiada al obispo para que la apaciente con la colaboración de su presbiterio.

Refiriéndose a la santidad, explicó que esta gracia no es una excepción en la vida cristiana, es un llamado a cada uno de nosotros. “La santidad es lo más profundo y definitivo que los hombres pueden afirmar de Dios y que la revelación ha manifestado. La santidad expresa el misterio de ser divino. El cristiano está llamado a ser en la tierra la imagen viviente de la santidad divina”, indicó y seguidamente se preguntó ¿cómo puede ser santo el hombre?, y agregó: Dios santifica al hombre comunicándole su vida divina y lo hace participar de su santidad, de su vida, por tanto el hombre se torna santo por su comunión de vida con Dios.

El enviado del Papa recordó en su homilía el inicio del Trienio de la Juventud e invitó a los jóvenes a encontrarse con Jesús. “Seguramente muchos jóvenes, compañeros de ustedes de la escuela, de la facultad, del trabajo, del barrio les están diciendo lo mismo: ‘Queremos ver a Jesús’ y a ustedes les toca acercarlos al Señor. Les están pidiendo que no solo le hablen de Jesús, sino que se lo hagan ver”, precisó, pero aclaró que, para poder mostrarle a Jesús, hace falta haberlo encontrado como lo encontraron los primeros seguidores. Agregó que el cristianismo no es una simple doctrina, sino el encuentro con Jesucristo.

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