50 años de respeto a la heredad nacional

Ciento cuarenta y siete años después de finalizada la Guerra Guazú sus consecuencias, pese al tiempo transcurrido, son imponderables lastres con los que cotidianamente debe lidiar la nación paraguaya. El Índice de Desarrollo Humano –que según el Informe 2016 nos ubica en el puesto 110 de entre 188 países– es uno de ellos. La muestra, con sus variables, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, comprende la esperanza de vida al nacer, la educación y el poder adquisitivo. La investigación evalúa el acceso a los recursos económicos necesarios para que las personas puedan tener un nivel de vida decente. Varios países de la región nos superan holgadamente: Chile (38), Argentina (45), Uruguay (54), Brasil (79).

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Todo eso nos permite corroborar que la tríplice entente del fatídico holocausto se salió con la suya. Lo que no pudieron por las armas lo lograron con dádivas y canonjías hacía la clase dirigente sumisa, mojigata y obediente ajena a los altos intereses de la patria.

A lo largo de este tiempo –como consecuencia de la guerra– a la pérdida de la soberanía sobre vastos territorios nacionales, unos ciento cincuenta mil kilómetros cuadrados, se suma la apropiación indebida por nuestros socios condóminos, en tiempos de paz, de las principales riquezas industriales del país: las hidroeléctricas de Itaipú y de Yacyretá. A pesar de ello, el discurso oficial propalado sigue abonando la tesis de la libre disponibilidad de nuestros excedentes energéticos como soporte para el desarrollo nacional.

Sus panegiristas, en su mayoría prósperos comensales hidroeléctricos, no atinan a apearse del conservador statu quo. Controlando los medios de comunicación y los centros académicos, exaltan las bondades de estos recursos cuyos aprovechamientos no superan un magro 7,5% que fuera estipulado, en 1926, en el Protocolo Ayala-Pueyrredón sobre los saltos del Apipé-Yacyretá.

Sin embargo, en los últimos cincuenta años, precisamente el 30 de mayo de 1973, ABC Color ya advertía a la opinión pública que en “Itaipú: Brasil tiene el poder”. El dominio brasileño sobre la entidad binacional, decía el editorial del novel matutino, era notable por cuanto que “…la paridad de derechos en lo que hace al gobierno de Itaipú ha desaparecido. El poder final, decisorio –tal vez más a menudo de lo que pensamos–, es de su Director General”, concluía.

El 1 de junio del mismo año, en “Renegociar las cláusulas del Tratado de Itaipú”, la dirección del diario daba a conocer que en el precio de la electricidad, en la cesión de energía y en el gobierno de Itaipú “… no existe igualdad de derechos para el Paraguay o no existe una solución equitativa para él”.

El discurso de ABC Color sobre las hidroeléctricas Itaipú y Yacyretá, desde entonces, no ha sufrido variación alguna. Ante el vendaval de ofertas para modificar su tono, con dictadura o sin ella, se mantuvo incólume y con gran honestidad intelectual sigue batallando en la defensa de los altos intereses de la nación paraguaya. Ser parte de esta contienda es un inusitado honor para cualquier compatriota de bien.

En su primer cincuentenario el rasgo peculiar y distintivo que ABC Color deja como legado, y que lo distingue de otros, es su fe en la patria. En cada intervención su estilo tiene la impronta de su dirección: un gran respeto a la heredad nacional dignificada a sangre y fuego.

juanantoniopozzo@gmail.com

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