La historia comienza con la llegada del primer profesor no religioso, un hombre que acaba de pelear en las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil española donde perdió a su novia fusilada por las tropas de Franco. Pronto comenzará a ser testigo de los horrores que se viven en aquella institución. Hay curas que abusan sexualmente de los chicos de 13, 14, 15 años, mientras el director de disciplina, con un palo, golpea de manera inmisericorde a los internos con el pretexto de mantener el orden. Y el profesor laico será la única persona en darles un trato humano y convertirse en su protector frente a la crueldad de este psicópata que llega a matar a uno de los niños a fuerza de golpes y de patadas, lo que motiva la intervención del obispo. Al final de la película aparecen unos cartelitos explicando el destino que corrieron los protagonistas. El profesor laico siguió enseñando allí hasta que fue llamado a filas y murió en el desembarco de Normandía. El jefe de disciplina, sobre cuya conciencia (en caso de que la tuviese) pesaba el asesinato de un inocente, fue destinado a una misión de dicha orden religiosa en África, donde murió tiempo después, y el que abusaba de los chicos fue trasladado a una pequeña parroquia de los Estados Unidos donde seguía trabajando en el momento de realizarse la película, año 2003.
Estos fueron los “castigos” que sufrieron los religiosos cuya misión debería haber sido mostrarles el camino de la salvación a esos niños olvidados de la suerte pero que solo pudieron abrirles las puertas de los martirios del infierno y hacerles partícipes de sus sufrimientos.
Acabo de leer que el intendente de Salto del Guairá, Carlos César Haitter, destinó cuatro mil millones de guaraníes a construir y reparar iglesias de su zona, dinero que sumado a lo que gastó quien le antecedió en el cargo suma más de un millón de dólares. Lo único que pudo alegar en su defensa fue decir que realizó tales aportes a iglesias evangélicas y católicas porque estas “instituciones son parte activa de la educación y la salud de la gente”. Al respecto tengo mis reservas y la historia que acabo de contar, ocurrida en Irlanda, me refuerza en mis ideas; una historia que no es un caso aislado y si se necesitan ejemplos más cercanos podemos remitirnos a lo que ocurre en Chile, donde el arzobispo de Santiago será llevado a los tribunales por “encubrimiento” de abusos sexuales que sufrieron muchos jóvenes. Además, entre las funciones de un intendente no figura la de interpretar la Constitución.
Este señor ha defraudado el dinero público destinándolo a fines para los cuales no estaba señalado, sin importar lo que piense el intendente. No es dinero suyo sino dinero público el que se ha gastado indebidamente. Lo que corresponde entonces es que lo devuelva hasta el último centavo. Si él siente que tiene la misión de levantar iglesias aquí y allá, pues que lo haga con su dinero propio, el que tiene ganado con el fruto de su trabajo, tal como lo hacían los señores de la Edad Media. Por suerte, en una rueda de prensa dijo, a manera de defensa: “Si me tengo que ir preso, me voy a ir”, lo que se debería tener presente porque es lo que corresponde.
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