¿A dónde va la agricultura?

La humanidad creó la agricultura para dejar de ser nómada y en vez de estar en permanentes desplazamientos en busca de alimentos, estabilizarse e instalarse produciéndolos con el cultivo del campo.

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Actualmente entre lo que la agricultura es y su fin inmediato hay una impresionante paradoja. En el mundo la agricultura agroalimentaria, según el expresidente de la FAO, José Esquinas, Ingeniero Agrónomo y Doctor en Genética, se produce el 60 por ciento más de lo que la humanidad necesita para alimentarse. Sin embargo cada año están muriendo 17 millones de personas por hambre y desnutrición, que equivalen a 40.000 muertos cada día. El sistema no funciona, porque, entre otras causas, no se produce para alimentarse, sino para vender los productos, para la comercialización. Un indicador de este cambio de objetivo inmediato es el cambio de nombre sobre todo en los ámbitos donde se toman las decisiones de poder económico, donde a la agricultura se le llama “agrobusiness”, es decir, agronegocio. El hecho es que la mayor parte de la producción agroalimentaria se concentra en manos de las multinacionales agroalimentarias, que comercializan la producción mundial.

Por otra parte, el sistema no es sostenible, porque gran parte de lo que se produce termina en la basura, sobre todo en los países desarrollados. “Se pierden por el camino 1.300 millones de toneladas métricas, la tercera parte de la producción mundial”.

El actual sistema generalizado de producción agrícola no es inocente. Los modos de producción tienen impactos dañinos en el medioambiente, en la crisis climática y en la exterminación de especies, además de amenazar consecuentemente a la supervivencia de la especie humana al destruir elementos esenciales del hábitat humano. Según los expertos la producción agrícola impacta entre el 12 y el 14 por ciento en la contaminación que afecta al cambio climático. Pero mucho más lamentable es que para producir esos alimentos que nadie va a comer y se tiran a la basura se utilizan 1.400 millones de hectáreas (algo más de 30 veces la extensión de Paraguay) y se consume la cuarta parte del agua dulce del planeta. No debemos olvidar que estamos consumiendo prematuramente los recursos renovables. De hecho el 1 de agosto de 2018 habíamos ya consumido todos los recursos previstos para todo el año. El sistema de la producción agroalimentaria está siendo responsable de más del 30 por ciento de emisiones de gases de efecto invernadero.

Un país eminentemente agrícola y ganadero, clasificado como uno de los países de mayor exportación agroalimentaria del mundo, necesita con urgencia revisar y reorientar su política agroganadera atendiendo a sus impactos en el medioambiente y el deterioro del hábitat y la destrucción de las especies y el clima. El trabajo de la Secretaría del Medioambiente no convence. En casi nada se nota su existencia. La educación formal en todos los niveles del sistema educativo es insuficiente. La educación social y la educación refleja, sobre todo de los medios de comunicación social, es prácticamente inexistente. Seguimos fundiendo arroyos, lagos y ríos con total barbarie e impunidad. Los jóvenes europeos, a partir de la iniciativa de una adolescente sueca y el movimiento que ha desencadenado, están reaccionando. Hace treinta días un millón cuatrocientos mil estudiantes se manifestaron en huelga con la consigna “Nos están robando el futuro”. Nuestra permisividad e inconsciencia son ya escandalosas. Por su parte gobernantes, políticos, fiscales y jueces serán juzgados muy severamente por la historia muy cercana. Entonces será tarde. A vosotros jóvenes, os toca reaccionar para defender vuestros derechos a la vida y a la naturaleza que os pertenece.

jmonterotirado@gmail.com

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