A través de un vidrio oscuro

Muerto de un tiro en la cabeza, días atrás fue encontrado abandonado en un taxi el cadáver de Miguel Ángel Jiménez, mexicano, de 43 años de edad. ¿La posible causa? Había decidido investigar, por su cuenta, la muerte de cuarenta y tres estudiantes que la noche del 26 de septiembre del año pasado desaparecieron en la oscuridad sin dejar ningún rastro. No hace un año y parece que ya se ha olvidado. O bien, desde entonces se han sucedido tantos asesinatos, el horror ha ido empujando a pasos forzados la marcha de la historia, que no queda tiempo, o tal vez energía, o valor, para recordar lo que sucedió un poco antes.

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Aquel septiembre, cuarenta y tres estudiantes de la Escuela Rural Normal de Ayotzinapa, un pequeño poblado del estado mexicano de Guerrero, en la costa del Pacífico, se dirigieron a la localidad de Iguala con la intención de protestar contra el alcalde José Luis Abarca Velázquez, a quien acusaban de la tortura y asesinato del líder campesino Arturo Hernández Cardona. Esa noche, su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa, iba a lanzar su candidatura para regidora, en un acto en la plaza central de la ciudad. La ambiciosa mujer, de acuerdo a las investigaciones policiales, dirigía las finanzas del cartel de Guerreros Unidos, una banda relacionada con el narcotráfico.

Miembros de los narcos habían seguido los pasos de los estudiantes y alertaron a la policía local para que tomara las medidas necesarias de modo que nada alterara el acto proselitista de la aspirante a regidora. Una vez que los jóvenes llegaron a Iguala, fueron apresados por la policía, subidos a unas camionetas y entregados a los narcotraficantes. ¿Qué pasó después? La pregunta sigue sin respuesta hasta hoy día. Todo indica que fueron asesinados por los delincuentes y sus cuerpos quemados en una hoguera alimentada con cubiertas de coches que ardió más de dos días de modo que no quedara rastro alguno. El alcalde y su temible esposa se dieron a la fuga, aunque la policía dio semanas más tarde con ellos. Tan seguro estaban de sus relaciones y sus apoyos, tan respaldados se sentían por el entramado delictivo del cual formaban parte, que no abandonaron México y esperaban, en la casa de unos amigos, que las cosas se calmaran. En este caso particular, la indignación era tan grande, que no fue así.

Un comentarista mexicano ha escrito: “Se ha denunciado múltiples veces la responsabilidad de políticos en activo por amenazas, intimidación y agresión no solo a periodistas, sino a activistas civiles, académicos y a todo aquel que emite una opinión que desagrada al poder. Más de la mitad de las agresiones sufridas por periodistas en México son imputables a políticos. La impunidad también se expresa en la corrupción rampante que vive el país, que no es detenida por ninguna institución de las múltiples que succionan el presupuesto público, sin tener capacidad alguna para detener el saqueo”.

Ingmar Bergman hace varios años realizó una película llamada “A través de un vidrio oscuro”, aludiendo a las dificultades de poder ver la realidad. En lo que nos toca a nosotros, si miramos hacia México podemos ver “a través de un vidrio claro” el futuro hacia el cual se dirige el país en medio de la delincuencia, el narcotráfico, los capos de los diferentes grupos de traficantes y la forma en que se han infiltrado en las altas esferas del Gobierno. Los asesinatos y secuestros del EPP, que son tan delincuentes como los narcos, y los continuos asesinatos en el norte de la Región Oriental indican el grado de deterioro que está sufriendo nuestro país. Antes que sea demasiado tarde es necesario detener esta violencia para poder vivir de nuevo en un país en el que la gente honesta se sienta segura.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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