Con motivo de la celebración del Día de la Hispanidad, el pasado 12 de octubre, la fiesta nacional más importante de España, los grupos de izquierda se hicieron sentir. El pequeño partido antisistema, anticapitalista, antieuropeo, antiespañol, CUP (Candidatura de Unidad Popular) que es, curiosamente, el que garantiza la gobernabilidad en Cataluña, ha pedido que se retire, inmediatamente, la significativa columna que sostiene en lo alto a Colón señalando con una mano el mar, como se lo representa tradicionalmente. Otros partidos como Izquierda Unida (IU), construido sobre las cenizas del Partido Comunista Español (PCE), pidió que no se observe el feriado, que no se festeje del Día de la Hispanidad y que cada uno vaya a trabajar como si no pasara nada. También el partido Podemos se ha manifestado en este sentido.
Me resulta difícil determinar los orígenes de estas ideas aquí en España y sí los conozco en Latinoamérica. Para decirlo mal y rápido, es consecuencia de la ignorancia. Yendo un poco más lejos, están las mentiras que nos contaron en el colegio. Recuerdo a mi maestra de primaria diciéndonos que Colón tuvo problemas de formar tripulación porque entonces se creía que la tierra era plana. Hypatia, dos mil años atrás, última directora de la Biblioteca de Alejandría, no dudaba en decir que la Tierra era redonda, y antes que ella hubo matemáticos griegos que habían calculado la circunferencia del globo con bastante precisión, y con base en esos datos, el matemático sefardí Abraham Zacuto, aquí en Salamanca, le corrigió a Cristóbal Colón sus distancias.
Lastimosamente, en nuestros países la gente parece más aficionada a las historietas y no a la historia. Exceptuando a un pequeño grupo de estudiosos, no se conoce la historia del continente, y los programas de estudio solo se detienen en las grandes batallas y en los heroicos generales sin que se haga referencia a todo ese proceso que antecedió y continuó a los movimientos independentistas. Más de una generación de políticos, intelectuales, pensadores se abocaron a la tarea de darle un contenido a las nuevas naciones. Hoy tendríamos mejores políticos y mejores pensadores si se le dedicara el tiempo que se merece al estudio de nuestros orígenes como países.
La izquierda festiva solo se interesa en denunciar el genocidio de los indígenas a cargo de los conquistadores españoles. Se olvidan de los genocidios que se llevaron a cabo por los gobiernos que se instalaron después de la independencia. Cristina Kirchner lo tumbó a Colón, que nunca mató un indígena, pero nunca tomó ninguna medida contra los monumentos que hay en todo el país al general Juan Manuel de Rosas y su famosa Campaña del Desierto, cuyo objetivo fue exterminar a todos los indígenas de la Patagonia. Se olvida también al general norteamericano George Armstrong Custer, al general guatemalteco Efraín Ríos Montt, acusado de matar a 200.000 indígenas. Y aunque raras veces se lo dice, el general Alfredo Stroessner y el genocidio de los aché guayakí.
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En el hipotético caso de que Colón no haya descubierto América, sino los vikingos por el Atlántico y los polinesios por el Pacífico, la llegada de Colón marca el momento en que se toma conciencia de estas nuevas tierras y se da inicio a un proceso, con sus tragedias y sus logros, que habría de llevarnos a lo que somos hoy día. Lo correcto sería que nos empeñemos en conocer nuestro pasado, ya que sabemos mucho de Napoleón y muy poco de Bolívar, con lo que podríamos entender que el movimiento conocido hoy como “bolivariano” nada tiene que ver con el pensamiento y los planes políticos del Libertador. Sabemos mucho de Robespierre, y nada de Vicente Rocafuerte, José Morelos, José María Heredia, Manuel de la Bárcena, fray Servando Teresa de Mier, para mencionar solo unos pocos, o quienes compartieron exilio en Filadelfia y se relacionaron con las nuevas ideas traídas por la independencia norteamericana. Ganaríamos mucho más en este esfuerzo que estar pensando en derribar las estatuas de Cristóbal Colón.
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