Si nos libramos cada día de alguna pandemia quizás se deba a que gozamos de algún tipo de protección divina. Uno de los ejemplos es la transmisión de brucelosis en la Facultad de Veterinaria, que sus autoridades mantuvieron oculta durante mucho tiempo. La institución siempre fue manejada por funcionarios corruptos como su exdecano Froilán Peralta, apadrinado por el senador colorado Juan Carlos “Calé” Galaverna. El caso evidenció la falta de control y cuidado sanitario en un sitio donde recurren muchas familias para la atención de sus mascotas y la compra alimentos. El otro ejemplo es el siniestro del bloque C del Abasto, un mercado donde reinan la mugre y el desorden. La tragedia desnudó un sistema corrupto y perverso, que provocó el hacinamiento en su interior ante la permisividad de los funcionarios. Se vendían sin permiso de la Junta espacios libres, pasillos y se subarrendaban locales hasta a seis comerciantes al mismo tiempo.
El dinero legal que ingresa a las arcas de la Comuna ronda los G. 17.000 millones al año, pero el dinero sucio que va a parar al bolsillo de los inescrupulosos duplicaría esta cantidad. La corrupción tiene sus raíces bien extendidas. Los últimos eslabones son el vendedor ambulante que paga a un operador corrupto G. 25.000 por día para ocupar un sitio y el pequeño comerciante que abona G. 1.600.000 al mes por un espacio que comparte con otros cinco comerciantes. Existen sobradas sospechas de que parte del botín llega a las altas esferas porque nadie hasta ahora desarticuló el sistema corrupto que conocían muy bien los exdirectores del Abasto, Iván Arévalos, titular de la Seccional 16, y Víctor Otilio “Oti” Sánchez, fundador del Partido de la A. Ambos fueron inclusive concejales de Asunción.
De 24 concejales que perciben un sueldo de G. 32 millones al mes, solo tres visitaron el lugar siniestrado. Desde sus confortables y bien acondicionadas oficinas se limitaron a declarar emergencia, pero nada contra las ilegalidades denunciadas. Ni la Comisión de Mercados de la Junta emitió alguna resolución.
El sistema corrupto que los políticos dejaron crecer y que se fortaleciera, llevó al Mercado Municipal de Abasto a su actual estado de abandono y miseria, donde la gente va a comprar alimentos en medio de la cloaca, basura y una vetusta estructura. La intervención administrativa no debe limitarse solo al cambio de persona en la dirección, sino a la limpieza profunda de toda la podredumbre que hay dentro y fuera. Así se podría salvar a los ciudadanos de una tragedia peor o de cualquier calamidad.
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