Según los datos, un comando de policías antidroga invadió el miércoles pasado la casa de Alfredo Cabral, “prófugo” de la justicia, y para no llevarle detenido y a un probable encierro de al menos 5 años, le exigieron 1 millón de dólares. No logró reunir dicho monto, pero casi al amanecer del día siguiente habría llegado a los 600.000 de la moneda americana.
Y la extorsión en sí no sorprendió a nadie porque el cobro de coima por parte de policías a narcos, contrabandistas y a todos quienes hacen algún tipo de “negocio turbio” en la frontera, no es nada novedoso. Algunos ya ni siquiera camuflan sus fechorías y emplean las propias patrulleras para “visitar” cotidianamente a los “patrones”.
El monto que se maneja sí llamó la atención. Si un solo traficante es capaz de negociar su libertad en esos estándares, significa que el volumen de droga que se mueve en la zona es mucho más grande lo que se supone.
Y no habría sido la primera vez que el procesado Cabral fue blanco de las altas coimas. Aquella vez que allanaron su casa, en 2012, ya se hablaba con insistencia de que un determinado juez ya le habría requerido la nada despreciable suma de 100.000 dólares. Se habla también de mensualidades que llegan a l 5.000 dólares, donde incluso se les menciona a determinados fiscales.
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Lamentablemente, los policías antidrogas del Estado más bien deberían llamarse pro drogas porque en vez de combatir a los narcos, viven como sanguijuelas a expensas de ellos y el dineral con que se quedan no es precisamente para la cervecita ni el cafecito, sino para financiar una vida al estilo de los propios traficantes.
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