Aquel mayo del 68

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SALAMANCA. No tengo idea sobre la edad del presidente Horacio Cartes ni del ministro de Educación, Enrique Riera. No me interesa el dato por puro chisme, sino para calcular cuántos años habrán tenido ambos cuando aquello del Mayo Francés o bien “Mayo del 68”, porque fue en 1968 y comenzaron los acontecimientos en la Universidad de Estrasburgo, aunque después se extendieron a toda Francia y los ecos llegaron a puntos tan distantes como Alemania, Suiza, España, México, Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Italia y Checoslovaquia. Los desórdenes comenzaron en París cuando los estudiantes universitarios decidieron salir a la calle para apoyar una serie de reclamos al Gobierno. Entre los principales estaba el de mejorar el nivel de la educación.

Los desórdenes se extendieron durante los meses de mayo y junio de aquel año. La policía intentó reprimirlos y los enfrentamientos con los estudiantes dejaron centenares de heridos, ya que los jóvenes levantaban el adoquinado de las calles para repeler a quienes les arrojaban toneladas de gas lacrimógeno. Por fin, otros sectores de la sociedad se solidarizaron con los estudiantes, entre ellos, los trabajadores, que protagonizaron la huelga general que muchos consideran la mayor de la historia de Europa. Nueve millones de trabajadores en la calle. La protesta estudiantil, también considerada la mayor de Europa, puso en serios aprietos al gobierno del general Charles de Gaulle.

En México la cosa fue mucho peor. Los estudiantes, que salieron a la calle para protestar casi por las mismas cosas, ocuparon un edificio de la universidad y los jóvenes llenaron la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, donde por la tarde fuerzas paramilitares, policía y ejército dispararon contra la multitud causando un número de víctimas que hasta hoy se desconoce, pero que muchos investigadores aseguran que fueron entre 200 y 300.

Me he extendido sobre este tema, aunque no es lo más me interesa en este momento, solo para recordarles a nuestras autoridades que no es conveniente ni razonable jugar con la credibilidad de los jóvenes ni desestimar la capacidad de reacción de los estudiantes. Hace varios años que vienen protestando, pacíficamente, en reclamo de mejor nivel en la enseñanza, mayor inversión en educación y mejor infraestructura.

En el momento en que escribo estas líneas hay cinco colegios tomados por los alumnos; el dirigente estudiantil Mauricio Kiese dijo que el ministro de Educación, Enrique Riera, miente al decir que harán caso a los pedidos de los alumnos con relación al presupuesto para el sector del año que viene. Y por si fuera poco, han colgado en las redes un pequeño vídeo en el que aparece el presidente Horacio Cartes en septiembre de 2015, en un mensaje oficial en el que dijo: “La meta es aumentar, paulatinamente, la inversión en educación. La meta es llegar a por lo menos el 6,4% en el 2018. Ese es nuestro compromiso con todos ustedes y lo vamos a cumplir”. Promesa que no cumplió, ya que se mantuvo en solo 3,9%.

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Viendo desde afuera los problemas que soporta el país, se tiene la sensación de que los políticos están más preocupados (están solamente preocupados) por las próximas elecciones, la imposición de candidatos, la manipulación de la justicia y otros intereses personales, todos ellos espurios, y no el buen gobierno de la Nación. Son tan soberbios estos políticos que se sienten totalmente ajenos a la inquietud de la población, no solo de los estudiantes, que si han salido a la calle y muestran una gran madurez en el tratamiento de los problemas que les aquejan es porque están descontentos. Me recuerdan aquella anécdota que dice que cuando María Antonieta escuchó que el pueblo de París tenía hambre y pedía pan, respondió: “Si no tienen pan, que coman tortas”. El resto ya lo conocen.

De paso, podrían instruirle a la policía que para entrar en cualquier propiedad privada, aunque sea un colegio tomado, es necesaria una orden del juez. Después suceden las desgracias y nadie se hace responsable de ellas.

jesus.ruiznestosa@gmail.com