Desde meses atrás España tiene nuevo gobierno presidido por el socialista Pedro Sánchez y su ministro de Educación resolvió que la filosofía regrese al colegio. Desde el próximo año lectivo se dará filosofía en tres cursos del bachillerato y se está buscando que la materia sea obligatoria para todos.
Años atrás, hablando con una persona a la que considero realmente sabia –no porque se sabe de memoria muchos datos, sino porque es capaz de analizarlos de manera exhaustiva y en profundidad– salió este tema y después de un largo suspiro recordó: “Filosofía... Me acuerdo de los años que estudiábamos filosofía en el instituto. Y leíamos a Aristóteles y a Platón en griego. Todo en griego”. Después de un breve intervalo en el que estaba rememorando aquellos tiempos, agregó: “Ya no me acuerdo nada de aquellas lecturas. Pero aquellos estudios me sirvieron para mantener ordenada la cabeza. Eso sí no lo olvido”. Al escucharle me dio la sensación de estar leyendo algunas páginas del libro de Nuccio Ordine: “La utilidad de lo inútil”. Para esto también sirve la filosofía: para mantener la cabeza bien amueblada y cada cosa en su sitio, observando un riguroso orden. Lastimosamente, ese sentido utilitario que le hemos dado a la vida en las últimas décadas, ha hecho que nos parezca inútil todo aquello que no sirva directamente para algo práctico: ir al supermercado, comprar el pan, buscar la leche, asar la carne a la parrilla, pagar la cuenta de la luz y el alquiler de la casa.
Si alguien no sabe sumar o leer, se nota. Mientras que si uno no conoce a Aristóteles o Platón, no se nota”, dicen muchos. ¿Qué no se nota? ¿Están seguros que no? De tanto en tanto se me ocurre mirar lo que escriben los lectores a continuación de las noticias, un ejercicio realmente pernicioso ya que atenta contra la ortografía, la gramática, la lógica y el buen decir; así, todo junto. Es llamativa la incapacidad que tiene la gente de poder expresar una idea en ese par de líneas a través de las cuales desea opinar. No hablemos ya de la ortografía y la sintaxis. Hay textos que es imposible entender. A la mayoría (salvo rigurosísimas excepciones) le resulta inalcanzable poder traspasar una idea a un lenguaje simbólico como es la escritura.
Esto ocurre no solo con los lectores anónimos sino también, con muchísima frecuencia con nuestros políticos. No pueden expresarse ni en español ni en guaraní porque sufren de ese mismo problema: no tienen nada en la cabeza; y si lo tienen, reina allí tal confusión y desorden que es imposible articularlo a través de la lengua. Por lo tanto, bienvenido aquellas clases de filosofía y lógica de nuestro antiguo bachillerato. Nos han ayudado, y nos siguen ayudando hasta hoy, a tener pensamientos ordenados. ¡Qué manera de perder el tiempo con Aristóteles y Platón!
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