Asesino y cobarde

Vilmar “Neneco” Acosta Marques, el que ordenó la muerte del corresponsal de ABC Color, Pablo Medina, y de la joven Antonia Almada, y muy probablemente de otra veintena de víctimas más, tuvo su audiencia pública en la Justicia Federal de Brasil con sede en Campo Grande, el viernes 8 de mayo. Fue el escenario donde la justicia brasileña buscaba determinar con precisión la identidad del exintendente colorado de Ypejhú para no cometer “ninguna injusticia” con él, especialmente en la determinación de su identidad para su posterior extradición.

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Pero mucho más allá de lo que busca la justicia del vecino país, la audiencia dejó al desnudo lo que es capaz de crear esa maldita mezcla de poder político, ignorancia, droga y bandidos, que hoy resumimos en “narcopolítica”. Pero, además, el encuentro sirvió para demostrar la supina cobardía de un tosco y chapucero ser humano, que ni siquiera es capaz de asumir su fechoría.

Pero vayamos por parte. “Neneco” Acosta se autodescribió como benefactor de los pobres en su zona, resaltando que en el día del asesinato de nuestro compañero y su acompañante, el 16 de octubre de 2014, estaba repartiendo merienda escolar en una aldea indígena. Se definió además como un perseguido político en su región.

Dijo también que cuando su oponente de entonces, Julián Núñez –que luego fue asesinado–, impuso una demanda contra él en la justicia electoral denunciándolo de ser ciudadano brasileño, sus “amigos” del Partido Colorado le hicieron ganar el pleito. Que él ni siquiera conocía al abogado que llevó adelante su proceso. “Fue todo muy fácil porque el juez era de nuestro movimiento”, reveló. Fue en el año 2010, cuando se convirtió en intendente.

Con el poder político que consolidó al ser intendente (antes ya fue concejal municipal), nacía también el monstruo que empezaría a matar a todos aquellos a quienes él creía eran sus “enemigos”. Neneco ya era marihuanero mucho antes, pero poco se sabe de muertes en su alforja antes de adquirir poder político.

Neneco es la perfecta creación de un modelo de político que asocia poder económico adquirido mediante el narcotráfico y otros delitos, la ignorancia y la perversa mentalidad de un delincuente, que termina su proceso con la adquisición del poder.

Obviamente que no llega solo. Va de la mano de su partido y sus protectores, quienes le allanan el camino mediante el uso de las herramientas con que cuentan dentro de la justicia, los jueces amigos.

Pero hay otros componentes. El escenario perfecto para engordar un monstruo como este es el aislamiento, una zona liberada. Ypejhú es simplemente sensacional para estos engendros, por sus características.

Y ese fue el gran pecado de Pablo Medina. Descubrir y publicar el perverso reinado de un criminal que familiarmente se dedicaba a traficar, a matar y a ser político. Pablo, a diferencia de policías, fiscales y jueces de la zona, no se calló ni se vendió. Denunció públicamente las fechorías de Neneco, quien por primera vez sentía, con las publicaciones, que su reino estaba amenazado.

Pero hoy en la cárcel, en proceso de extradición, el “valiente” brasiguayo pone de resalto su colosal cobardía. Lejos de asumir su responsabilidad, como haría un buen fronterizo, este lloriquea ante un juez, pidiendo clemencia porque teme por su vida si lo extraditan a Paraguay.

Qué fácil es matar a un montón de gente y luego correr y pedir protección a un Estado.

Obvio, Neneco busca la protección del vecino país con los argumentos propios de un bandido, con falacias, bajo la imagen de un pobre perseguido. Extorsión quizás no intentó, porque sabe que no está en Paraguay.

Pero Brasil ya tiene claro el panorama. Neneco Acosta no es un perseguido político. Ni siquiera tiene la capacidad de tener una ideología. Es un vulgar criminal creado en un repugnante laboratorio donde se mezcla sangre, droga y política.

Es un bandido que no solo hizo padecer a decenas de familias, al sacarles la vida a sus seres queridos, sino además es un mal ejemplo que debe ser extirpado de la vecindad, y que su castigo en la cárcel sirva de ejemplo a tantos “Nenecos” ya formados y en proceso de formación en el Paraguay.

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