Assange y Correa

SALAMANCA. “Patético: que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía”, según la definición del diccionario de la Real Academia Española. Es esta, pues, la palabra precisa necesaria para definir a Rafael Correa, el presidente de Ecuador, quien pidió las sanciones más duras para nuestro país por destituir a Lugo y que ahora se erige, en el escenario internacional, como paladín defensor de la libertad de prensa al concederle asilo político al australiano Julián Assange.

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En el momento que escribo estas líneas se encuentran reunidos en Washington representantes de los treinta y cuatro países que integran la Organización de Estados Americanos (OEA); doce de ellos han enviado a sus cancilleres y los demás están representados por sus embajadores. Correa ha logrado llamar la atención de este organismo para alcanzar un respaldo más político que diplomático dentro de su proyecto de crear un Estado socialista “bolivariano” y del “siglo XXI” siguiendo los pasos de su mentor, el venezolano Hugo Chávez. Es el mismo respaldo que le acaban de dar los países de la Alianza Boliviariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur); una actitud fácil de prever aunque no sé si Paraguay votó en este último caso. Lo que se resuelva en la OEA me es irrelevante. Lo relevante es que se haya movilizado toda una pesada estructura burocrática, pues así funcionan estos organismos, para tratar un problema que se ha planteado exclusivamente entre Inglaterra y Ecuador al concederle asilo político a quien, hasta el momento, no ha dado muestras de ser otra cosa que una persona en busca de figuración; un “hacker” sin escrúpulos ya que los documentos secretos de numerosos Estados, obtenidos de manera ilegal, que dio a conocer pusieron en peligro la vida de muchas personas alrededor del mundo. Solo un adolescente inmaduro, sin ningún tipo de formación intelectual y carente de sentido crítico puede pensar que las naciones se pueden manejar sin mantener en secreto muchos de sus documentos. La historia está llena de casos que ilustran la necesidad de esta manera de proceder. La evidencia más notable es que la publicación de los llamados “documentos de Wikileaks” no han hecho de este mundo un sitio más pacífico, ni más seguro, ni más justo, ni más ecuánime.

Patético, decía al comienzo, es Rafael Correa erigiéndose en defensor de la libertad de prensa cuando su país, gracias a su política, figura en el sitio 104 de una lista de 179 países elaborada por Reporteros sin Fronteras, donde 1 es la mayor libertad y 179 ninguna. Paraguay figura en el sitio 83, Bolivia en el 108 y Venezuela en el 120. Reporteros Sin Fronteras, al denunciar la frágil libertad de expresión que existe en Ecuador señaló en su informe que en ese país se atenta contra la libertad de expresión a través de “la incautación de medios de comunicación, cierre de radios, multas exorbitantes contra ciertos diarios y acusaciones contra periodistas de oposición”.

Otro organismo intencional, Freedom House menciona la actitud de Correa frente a los medios que no son afines a su gobierno, tachando a la prensa como “mi mayor enemigo político”, ignorantes”, “mediocres”, “primitivos”, “corruptos”, “sedientos de sangre” y “engañosos”.

Gustavo Ramos Mancheno, en un comentario publicado en el periódico “El Comercio” de Quito el pasado lunes, dijo: “Recordemos que en abril del 2011, el Gobierno ecuatoriano cometía tremenda grosería en contra de la entonces embajadora de Estados Unidos en Quito, Heather Hodges, al declararla ‘persona no grata’ solicitándole abandone lo más pronto el Ecuador justamente por referirse al contenido de uno de los cables de ‘Wikileaks’ que señalaba corrupción en esferas del Gobierno ecuatoriano; mas hoy, increíblemente, el mismo Gobierno, a través del mismo canciller Patiño, se atreve a conceder asilo diplomático al supuesto responsable que originó aquel escándalo. ¡Qué tremendas contradicciones de la diplomacia ecuatoriana; y qué dolorosa imagen de nuestra nación ante el mundo!”.

Correa está “contra el mundo y si el mundo se opone” como todos los otros bolivarianos, ebrios de su propio populismo, tan destructivo como son los populismos. Creo que ha llegado el momento de hacer un alto, guardar silencio y reflexionar sobre lo que está ocurriendo para no dejarnos arrastrar.

jruiznestosa@gmail.com

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