Asunción es un tugurio

Tugurio es un espacio urbano abandonado, sucio, contaminado, en el que sus habitantes conviven con una serie de problemas derivados del hacinamiento, el desorden y la falta de controles.

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Si bien se sabe que la “tugurización de las ciudades” es un proceso que se desarrolla en décadas para concretar una situación fuera de control, los indicios se notan de inmediato y tiene muchas causas. Pero la más importante y la que termina consolidándola hasta que las soluciones parezcan imposibles, ha sido el “DEJAR HACER” de las autoridades. De todas ellas. Por ignorancia, por falta de castigo a la omisión de responsabilidad. Por conveniencias ajenas al cargo o, más claramente, por corrupción. Porque las que hemos tenido en las últimas décadas en Asunción, fueron derivando sus obligaciones de gobierno al siguiente intendente; uno tras otro. De manera que hoy, Mario Ferreiro puede hacer lo mismo, en cuyo caso le espera TAMBIÉN el mismo destino de olvido que tuvieron los anteriores; o... tomar el toro por donde le resulte más cómodo, y frenar tanto evidente desmadre en “la ciudad comunera de las Indias”.

¿Por qué no lo hicieron los demás intendentes antes? ... cuando todo era más controlable y manejable? ¿Por qué optaron por esa perversión llamada “funcionarios de confianza” (como si los demás no lo fueran) que legitimaban la voluntad “del Jefe”, por irracional que fuera? O ...¿por qué los mismos intendentes resignaron prerrogativas ante cualquier concejal alzado en procura de cargos para sus acólitos? Procedimiento repetido en todas las administraciones y justificado hasta el hartazgo, con el trasnochado criterio de que “la gobernabilidad” es participar entre todos del asalto a las arcas públicas, municipales o estatales.

Como ejemplo un botón: en 1996, cuando la finalización del período de Gobierno de la primera administración electa en elecciones libres (Carlos Filizzola y Asunción para Todos - 1991/1996), la Junta Municipal tenía 64 funcionarios. Hoy en la planilla aparecen más de 1.800, para hacer el mismo trabajo rutinario, mecánico y preciso que requiere el funcionamiento de la corporación. En aquel mismo año, toda la Municipalidad contaba con 4.600 funcionarios. Hoy no se sabe cuántos tiene... pero si se sabe que los que están (se presume más del doble), trabajan mucho menos, que aquellos porque ni siquiera tienen espacios, muebles o equipos de trabajo suficientes. De manera que se juntan en rondas de tereré fuera del edificio, están ocupados en alguna “gestión” o comisionados en alguna otra oficina del Estado Central. Así se maneja la Municipalidad aunque “el modelo”, JAMÁS va a constituirse en el gobierno requerido para solucionar absolutamente nada.

Mientras tanto, es desalentadora la imagen de una Asunción que se pretende “la más verde de Iberoamérica” pero que –por ejemplo– no termina de poner punto final a una “emergencia” que está por cumplir cinco siglos. Pues si algo “emerge” en cada temporada de lluvias intensas, y cada vez que lo hace, “ayudamos” a la gente a agravar su miseria y marginalidad en vez de propender a la solución definitiva del problema, es que YA NO estamos ante una emergencia sino ante la patética verificación de la incapacidad de los gobiernos, central y municipal, que se han omitido hasta ahora de enfrentar la situación con calidad, eficiencia y sentido humanitario. Porque si además sumamos el dinero que se ha gastado para ubicar a los inundados en calles y plazas de las alturas, para re ubicarlos de nuevo en sus lugares originales cuando las aguas retrocedan, en un ir y venir que alcanzó altos niveles de irresponsabilidad y dispendio en “tiempos democráticos“, ya podríamos haber construido más de 10 barrios modelos y una franja costera de decenas de kilómetros, hacia el sur o al norte de Asunción.

Finalmente, lo peor del fenómeno de la tugurización es el “acostumbramiento”. Cuando la gente va pasando de reclamo en reclamo hasta que las reiteradas mentiras de los funcionarios o la persistente ausencia de la acción municipal, los convierte en meros espectadores de la convivencia. Y terminan aceptando lo irremediable y a veces, sacándose sus problemas para tirarlos a la calle. Ya se trate de basura, veredas en mal estado, baldíos abandonados o chatarras. Es la ceremonia iniciática de la tugurización: si todos hacen y la Municipalidad no existe... yo también lo haré. O peor: si no solucionan mis problemas, no pagaré mis impuestos. Entonces, el escaso dinero que se recauda solo alcanza para financiar la superpoblación de funcionarios. Todo lo demás, seguirá esperando.

jrubiani@click.com.py

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