Asunción... ¿qué se siente?

Para todos los paraguayos, Asunción es “la capital de mis amores”. Por eso verla golpeada y vejada, en el común de la gente produce un coctel de sentimientos que van de la ira a la vergüenza ajena.

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Asunción, la Madre de Ciudades, Cuna de la libertad de América, la muy noble e ilustre, la ciudad Comunera de las Indias, la Capital Verde de Iberoamérica, la ciudad de los naranjos y las flores... hoy solo vive de sus títulos y alcurnia de antaño.

Tan siquiera cuenta con una “plaza mayor” adonde llevar a los visitantes para que aprecien mínimamente lo que tiene que conocer del Centro Histórico.

La plaza de la Constitución, también llamada de la Independencia, que congrega los principales edificios que tienen que ver con nuestra nacionalidad, está vedada a propios y extraños porque se ha convertido en un campamento para los damnificados por la crecida. De ninguna manera la crítica va hacia ese prójimo afectado por la riada. Al contrario, son tan víctimas de los verdugos de turno como el resto de la ciudadanía.

Entre la Catedral y el ex Colegio Militar y entre el Cuartel de Policía y El Cabildo existía un espacio verde que alguna vez tuvo exquisitos jardines. Allí está perdido el Paseo del Centenario con esculturas europeas que representan las cuatro estaciones del año y los animales más simbólicos de una ciudad inspirada en la cultura grecorromana.

Alberga uno de los principales monumentos sobre el que se sustenta nuestra existencia como nación, el de la Constitución de 1870. Es el punto donde confluían todas las calles cuando apenas estaban demarcadas por los raudales en tiempos de Félix de Azara y allí terminan las calles enderezadas por el dictador Francia y consolidadas en tiempos de los López.

El Meridiano Cero y el kilómetro Cero se encuentran entre ese entorno y el Oratorio de la Virgen de la Asunción y Panteón Nacional de los Héroes. La desdicha se ha apoderado de la ciudad y la situación no pareciera cambiar, en lo que resta de la actual administración municipal.

Por la inoperancia de los gobernantes comunales —intendente y concejales– el corazón del Casco Antiguo se ha convertido en territorio de nadie.

La plaza de Armas o el punto fundacional de una ciudad es un sitio sagrado en cualquier parte del mundo. Pueden ocurrir catástrofes, pero estos lugares deben permanecer intactos y protegidos para cualquier paraguayo o extranjero que los quiera visitar y rendir culto a sus antepasados.

Si el resto de la población ya no sabe qué pensar, ¿qué sienten el intendente y los concejales al ver que la ciudad que des-gobiernan se va hundiendo en la dejadez?

Quizá la situación les resbala. Total, ellos tienen “sirvientes y sirvientas” a costa del contribuyente hasta para pantallarles el rostro en el hipotético caso en que se sonrrojaran por un atisbo de vergüenza.

pgomez@abc.com.py

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