El senador Richer consideró la visita como una injerencia en cuestiones internas de nuestro país, aún cuando el tema abordado se refiere más bien a problemas prácticamente universales: narcotráfico y corrupción.
Me parece bien que los parlamentarios sean celosos de nuestros asuntos internos, siempre y cuando esos asuntos sean efectivamente internos, pero cuando las cuestiones trascienden lo estrictamente interno para convertirse en problemas sin fronteras, es una pena que paguemos tan caro a nuestros “representantes” para cuidar sus intereses internos y utilizar el valioso tiempo y espacio de todos para levantar sus banderas ideológicas.
Hace tiempo, temas como la corrupción, el narcotráfico, los derechos humanos, la discriminación de la mujer, entre otros saltaron a escenarios planetarios para dejar de ser problemas caseros. Es por eso que casi todas las embajadas en cualquier país democrático indagan sobre estas cuestiones, pero lo hacen abiertamente, no clandestinamente. Inclusive, se reúnen todos los embajadores para pedir, diplomáticamente, explicaciones al presidente de la República.
Hay también embajadas que no solamente hacen eso sino que participan activamente de las deliberaciones íntimas de partidos políticos, como fue el caso del entonces embajador venezolano, Javier José Arrue, que asistió al cierre del congreso del P-MAS, el 11 de diciembre de 2011, “para conocer el sentir del pueblo paraguayo”.
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Lo mismo hizo el embajador también de Venezuela Alfredo Murga, quien participó en mayo del año 2014 de otro congreso del P-MAS, según declaró después, para recibir el apoyo de dicho partido paraguayo a favor del presidente Nicolás Maduro ante el “plan de desestabilización orquestado por la oposición venezolana”.
No recuerdo ningún enojo del senador Richer con respecto a la visita de los embajadores venezolanos a los congresos de un partido paraguayo, tampoco porque su líder el senador Fernando Lugo fue al Brasil a intervenir en una crisis interna, llevando su adhesión al principal investigado por la justicia. En otras palabras, suena a arpa vieja acusar de imperialismo en esta época en que los gringos ya están sentados con los cubanos en La Habana fumándose buenos habanos o comiéndose hamburguesas McDonald’s.
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