Baño de multitud, cueste lo que cueste

Es paradójico que el Presidente de la República recurra a financiar un acto político por el aniversario del Partido Colorado como manera de apuntalar su golpeada imagen de las últimas semanas siendo que él y su entorno se han caracterizado por el desprecio indisimulado a la clase política de su partido.

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El “baño de multitud” que pretende el Mandatario difícilmente engañe a alguien. Será más que nada una muestra de fidelidad de dirigentes que ya son fieles o que al menos simulan serlo.

Cartes, que se presentó siempre como el abanderado de una “nueva política” y un crítico de las viejas costumbres de la dirigencia de su partido –y de la paraguaya en general– hará en este acto “uso y abuso” de símbolos tradicionales del coloradismo e invertirá de su peculio, como ya hizo en las campañas electorales (según se vanaglorió), para recibir halagos, vítores, hurras y hasta, seguramente, ruegos inflamados para que se eternice en el poder.

La ejecución de 8 jóvenes militares en la zona norte del país a manos de un grupo narcoterrorista (según presume el Gobierno), además de exponer el fracaso de las fuerzas de seguridad en tres años de militarización de esa región –a los que se sumó el mazazo en el Congreso contra la posibilidad de reelección– vino a trastrocar algunos planes.

El Presidente se vio obligado a suspender abruptamente la inauguración de obras que venía haciendo semanalmente, a anunciar que se ponía al frente de la lucha contra el EPP, tratando de dar una imagen de firmeza, y a denunciar, sin muchas explicaciones al respecto, la existencia de un plan para atentar contra su vida y la de su familia, provenientes, según se entendió, de un narcotraficante molesto con él.

El Gobierno también aprovechó la crisis para crear al antagonista que todo régimen político en problemas necesita para justificarse. Este enemigo no es, como tal vez se podría haber esperado, el EPP, el terrorismo, el narcotráfico, los inmigrantes o un país extranjero, sino que salió del más rancio de los diccionarios de Teorías de Conspiración conservadores: los partidos de izquierda y todos sus eventuales aliados, incluyendo a los correligionarios que se atrevan a dialogar con ellos. Cualquier parecido con el stronismo, obviamente, no es casual.

A partir de estas premisas, la hoja de ruta del cartismo que se puede presumir es que intentará desde ahora, al tiempo de hablar de una necesaria “unidad nacional”, marcar una línea divisoria tajante: ellos o nosotros, amigos o enemigos, café o leche (como decía el dictador de triste memoria).

Tal vez finalmente no sea tan negativo que el cartismo, sus validos y sostenedores, pretendan moldear un Partido Colorado genuino y definitivamente conservador, sin las veleidades ya del “socialismo humanista” que mencionó allá por el 2007 el expresidente Nicanor Duarte Frutos.

De hecho, si evaluando las acciones en los tres años de esta administración, hiciéramos una lista de los “principios” del cartismo, nos encontraríamos con un decálogo de la derecha clásica: ensalzamiento del individualismo, de la propiedad privada, de un Estado ultraconfesional (a pesar de lo que diga la Constitución) y, sobre todo y más que nunca en esta coyuntura, un rechazo frontal a todo lo que huela a posturas progresistas.

Es posible que el acto de mañana sea la ocasión para que Cartes, más o menos eufemísticamente, anuncie este “nuevo” Partido Colorado y le diga a su hueste lo mismo que dijo a los jefes militares luego de la masacre de Arroyito: “el que no esté dispuesto, puede retirarse”.

Habrá que ver cuántos son los dirigentes colorados que se quedarán realmente convencidos del proyecto cartista y quiénes se irán solamente en caso que se estrelle.

mcaceres@abc.com.py

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