Basura: pereza, enfermedad y falta de voluntad gubernamental

Dengue, chikunguña y demás males que se propagan, descubren crudamente nuestra falta de hábitos de orden y limpieza. Por medio de las campañas de prevención, las autoridades apenas sugieren que los ciudadanos limpien sus casas. Se mencionaba en una nota evitar la acumulación de cosas viejas, por ser esta arraigada costumbre parte del problema que nos impide superar enfermedades de la pobreza.

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Con la mugre alrededor, la utopía persiste. La exitosa empresaria japonesa Marie Kondo, posteada millones de veces, es admirada por la practicidad, inteligencia, salud e impecabilidad que promueve. Así también nos quedamos boquiabiertos cuando sentimos el resultado de la higiene y el orden que han logrado otras culturas. La gente que ha vivido en otros países donde ser limpio es parte del individuo –guste o no, porque además está muy controlado por las autoridades– al volver se readaptan negativamente a nuestro desorden o lo sufren.

Las autoridades pertinentes responden tibiamente al problema inmenso de la basura en las casas, calles e instituciones. La fotografía de la ciudad capital muestra crudamente cada día, en cada esquina, montañas de todo tipo de desperdicios.

Retomando el caso de la acumulación de cachivaches, mencionaba una nota: “Guardan lavarropas viejas, cocinas, inodoros con la excusa de que alguna vez los volverán a usar”, esto ocurre principalmente en casas que albergan a los hijos con sus hijos, a los nietos y hasta bisnietos también con sus hijos. La falta de viviendas accesibles es una de nuestras tantas carencias. Y aquel que no paga impuestos o paga alquiler no tiene reparos en cuidarla y hermosearla. El hacinamiento de familias trae no solo acumulación de objetos inservibles, sino distintas formas de vivir y un caos en la distribución de tareas.

Por otro lado, el consumismo. Un viejo electricista me contaba que fue a un curso que prometía novedades en el rubro, creyendo que hablarían del oficio en sí, de reciclaje, de nuevas herramientas y métodos, pero el orador del curso era un mero vendedor; los adiestraba, en síntesis, para decir a la clientela que desechen sus electrodomésticos y compren otros nuevos. Solo un ejemplo de la visión que se impone sin resistencia de alguna conciencia urbana; comprar y comprar es una actitud que en un país que no recicla nos convierte en criminales ecológicos. Subrayemos también que sería bueno saber exactamente qué es deshacerse de la basura para el Ministerio de Salud y Municipalidad, porque al final no sabemos si es mejor no tirar y acumular o tirar y provocar el mal en otro lado –con efecto boomerang–.

Luego, la gente muy mayor sostiene que los electrodomésticos de antes duran toda la vida y no se pueden tirar (ni descompuestos). Y, por otro lado, acumular cosas puede ser un trastorno, nada extraño, que responde al sentimiento de soledad. Nada más difícil que convencer a los ancianos a que echen al basurero aquello a lo que se aferran.

Todas las razones no niegan, sin embargo, una gran pereza y desinterés, respecto a la limpieza del hogar.

El orden nos define y describe como personas y como país.

“Donde hay orden, hay carácter” (Doménico Cieri Estrada).

lperalta@abc.com.py

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