Brindar por lo esencial

Cada Año Nuevo nos proponemos comenzar todo mejor que el anterior. Como parte de este inicio en nuestra vida, solemos hacer limpieza general de la casa y ahí descubrir cuánto se multiplicaron las cosas que tenemos, aquellas que ya no sirven o nunca lo hicieron. También en Año Nuevo es costumbre estrenar si no ciertas prendas de tal color, alguna ropa como ritual para que nos traiga suerte.

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Todas son cuestiones internas que expresamos a través de lo tangible. En la sociedad de inicios del siglo XXI el dinero reina más allá de lo bueno y recomendable, por eso medir los gastos no solo demuestra alto nivel de economía sino decisión, verdadera independencia; y, más profundamente de lo que no se habla ya, templanza.

Cuánto bien haríamos al mundo si pensáramos en reducir las cosas que compramos porque no las necesitamos y porque estamos haciendo del planeta un gran basural. El consumismo no solo sembró la locura de gastar en las Fiestas de fin de año, como antaño, sino que ha instalado un calendario sin descanso para el consumidor. La lógica que reduce toda culpa a quien malgasta no es completamente cierta, pues es el resultado de la manipulación, el lavado de cerebro, la hipnosis; todo esto se ejerce sobre nosotros como consumidores por más que nos creamos inmunes. Comprar, comprar y comprar perjudicando al medioambiente, al mundo-hogar que tenemos, más que egoísmo es necedad.

Nunca comprendí muy bien por qué llenamos la casa con tantos muebles, los placares, la cocina, las habitaciones, todo está lleno de objetos, y algunas casas parecen depósitos de mercadería. Con esta tragedia natural de las lluvias y el hacinamiento puede verse con impotencia cómo los raudales caudalosos llevan inmensa cantidad de basura (bolsas de plástico, botellas, juguetes viejos, latas, trapos, carcasas, etc.) arrojada sin ningún miramiento por la gente. Y lo peor es que ya no basta con que cada vecino ponga su basura en bolsitas –algo que incumple la mayoría– sino urgen políticas (educación, multas, cárcel) que defiendan el medioambiente.

En nuestro país casi todos quieren o acaban siendo vendedores y mercaderes. Por eso florecen en todas sus categorías centros repletos de baratijas, incluyendo la comida chatarra y muchos de los productos importados. Ciertamente esta línea de malgasto se promueve en todo el mundo, pero en algunos países hay grupos que trabajan, también personas que por su cuenta están intentando recuperar la cordura de la vida sana, tal como debe ser para todos. Entre nuestras metas del próximo año planteémonos consumir menos tonterías, poner voluntad y esfuerzo para recuperar el ahorro, pensar antes de gastar lo que ganamos trabajando honestamente.

Visualicemos nuestra casa, el barrio, la ciudad, el país, el mundo de otra manera. Ya no llenemos las arcas del desperdicio, ni repitamos estereotipos de (in)felicidad basados en el mero tener cosas. Exploremos más y mejor nuestros propios adornos y alimentos interiores, son gratuitos y valiosos, porque, a pesar de los muchos defectos, nadie está vacío de cosas buenas. Brindemos por todo lo que queremos y que ello incluya lo imprescindible, el agua, el aire y la tierra limpios, despejados, respetados. Bienvenido Año Nuevo, ¡feliz 2016!

lperalta@abc.com.py

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