Sin embargo, acaparó por varios días los titulares de los principales medios de prensa porque las autoridades responsables, partiendo de la suspendida decana, Dra. Azucena Cabrera, no tomaron las medidas correctivas y de manera oportuna. Además, ocultaron la información exponiendo de esa forma a contraer la enfermedad a unas 500 personas, entre alumnos, funcionarios y terceros, tanto por el contacto con cabras enfermas como al consumir leche presuntamente contaminada con el mal.
El hecho revela, lamentablemente, que la casa de estudios no está ni por asomo a la altura de las exigencias actuales, con la aparición de nuevas bacterias y hasta mutaciones de cepas. La labor de la institución es de vital importancia, porque se trata nada más y nada menos de una facultad pionera en la formación de profesionales que deben estar capacitados para cuidar de la salud y el bienestar de los animales para proteger al ser humano de las enfermedades que estos le pudieran transmitir.
La decana y demás profesionales demostraron no estar capacitados y privaron a los alumnos de la enseñanza para afrontar un episodio que puede resultar frecuente en el ejercicio de la medicina veterinaria.
Además, faltaron a la ética, ya que cuando recibieron sus títulos de grado habían jurado cuidar la salud y el bienestar de la sociedad.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
La incógnita es si los egresados están en condiciones de responder a las expectativas con rigor científico, considerando que alumnos del último año se contagiaron, probablemente, porque no se tuvieron en cuenta principios básicos de bioseguridad.
Ante todo lo ocurrido, lo menos que debe hacer la doctora Cabrera, imputada por el fiscal Julio Ortiz por comercialización de alimentos nocivos, es renunciar si le queda un ápice de dignidad. También debe hacer lo mismo el consejo directivo.
antonia@abc.com.py