Cadáveres políticos

SALAMANCA.- “Una paz lúgubre trae esta alborada. El sol no mostrará su rostro a causa de su duelo. Salgamos de aquí para hablar más extensamente sobre estos sucesos lamentables. Unos recibirán perdón y otros recibirán castigo...” (W. Shakespeare, “La Tragedia de Romeo y Julieta”, Act. V, Esc. III). Con este gesto, el Príncipe, en presencia de los dos jóvenes muertos, invita a Montescos y Capuletos a meditar sobre la violencia que estas familias alimentaron hasta empujar a la muerte a sus dos hijos aún adolescentes.

Cargando...

Aunque parezca exagerado, este es el momento adecuado para reflexionar en presencia del cadáver político de Fernando Lugo y de otros varios que irán apareciendo con el correr de los días, tras el fracaso de querer establecer un gobierno “revolucionario” de tendencia marxista siguiendo aquellas ideas en las que muchos ingenuamente creímos en los años sesenta y setenta del siglo pasado. El proyecto de llegar a la justicia social por la violencia, el uso de las armas y el enfrentamiento de la clase revolucionaria con la burguesa naufragó en todos los casos con un enorme costo de vidas, desde Sierra Maestra a los oscuros sótanos de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en Buenos Aires, sin olvidar las impenetrables selvas de Colombia y las inhóspitas selvas bolivianas. O bien, las esperpénticas apariciones de Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales o Daniel Ortega. No solo el costo fue alto, sino además la lucha no produjo ningún triunfo, desde la sanguinaria dictadura de los hermanos Castro que ha condenado al hambre y al encarcelamiento a sus ciudadanos, como al asesinato masivo y desapariciones forzosas ordenadas por Pinochet, Videla, Ortega, Stroessner y otros endriagos producidos por un error de la naturaleza.

La figura de Fernando Lugo está lejos de alcanzar la dimensión de aquellos, no porque se haya escapado de los moldes en que fueron forjados, sino porque no ha tenido la capacidad necesaria para emular con sus fantochadas a los “amigos bolivarianos”.

En 23 años de vida erróneamente calificada como “democrática”, hemos tenido tres presidentes que completaron sus periodos constitucionales (Rodríguez, Wasmosy, Duarte Frutos), uno que se vio obligado a renunciar y otro destituido: Cubas Grau y Fernando Lugo; el primero, tras una matanza de jóvenes en la Plaza del Congreso; el segundo, por matanzas similares en los campos de Curuguaty. El primero, empujado por luchas internas de partidos hegemónicos; el segundo, por su incapacidad manifiesta, sus declaraciones vergonzosas allí adonde fuere alrededor del mundo, por su falta total de un programa de gobierno y una vida licenciosa que comprometía el nombre y la seriedad del país ante el resto del mundo.

Fernando Lugo y sus seguidores quisieron jugar a los revolucionarios de izquierda; de una izquierda que no existe ya o quizá no existió nunca. Quisieron crear el ambiente necesario para que se desarrollara la lucha armada en el departamento de San Pedro, curiosamente el mismo en el que Lugo fue obispo antes de meterse a político; o tal vez al revés. Puso la seguridad de la población en peligro, se mató gente cuyo número supera a los diecisiete registrados en las últimas semanas. Quiso convertirse en un “padre de la patria”, en sentido figurado, porque en sentido real lo logró mientras vestía el traje de obispo, repartiendo tierras entre los desposeídos según la antigua fórmula de Robin Hood: robar a los ricos para regalárselo a los pobres.

Una semana atrás, Edwin Brítez escribía un artículo en el que desbordaba su indignación al decir que el gobierno de Lugo era tan inepto que ni siquiera con tierras regaladas era capaz de hacer un buen uso de ellas y repartirlas con inteligencia y equidad. En contrapunto, los seguidores de esta presuntuosa marioneta recurrían a todas las posibilidades brindadas por el lenguaje para defender lo indefendible: desde el Partido Comunista Paraguayo, con un lenguaje soez que no es utilizado desde hace mucho tiempo -y quizá no fue utilizado nunca- por los partidos comunistas europeos, allí donde queden, hasta al padre Oliva, que sostuvo: “Esta movilización tiene que continuar porque estamos juzgando no solo al Presidente, sino un proceso de avance”. Lo que nadie explica es cómo podemos embarcarnos en un “proceso de avance” con una administración que ha accedido al poder sin tener ningún programa de gobierno. Es el momento de reflexionar, antes que la montaña de cadáveres políticos logre taparnos el horizonte.

jruiznestosa@gmail.com

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...