Cajubi, la batalla final

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En estos días me cupo asistir a varias sesiones del juicio oral a los imputados por el “robo del siglo”, es decir la desaparición misteriosa de aproximadamente 170 millones de dólares americanos de la Caja de Jubilados de la Itaipú. Jamás presencié tanta hipocresía y cinismo en un mismo local y en un mismo acto. Y aclaro que la caradurez provenía de los acusados que hasta hoy siguen siendo “compañeros de trabajo” de gente honrada que realmente trabajan ocho o más horas diarias.

Los hoy imputados prepararon el golpe en un laboratorio de alta precisión. Se tomaron su tiempo y contactaron con maestros internacionales de la trapisonda bursátil. Fue así que trajeron a dos personajes del averno: Marcelo Barone, un venezolano, malabarista de la timba financiera, y a Eduardo García Obregón, un guatemalteco egresado de una alta escuela de la magia administrativa.

La fiscalía y la querella adhesiva, por su parte, presentaron pruebas irrefutables. Lo hicieron en formato power point, con una claridad meridiana y argumentos contundentes. Se notó en la presentación de los acusadores un arduo trabajo que involucró a abogados, periodistas, economistas, especialistas actuariales y en mercados bursátiles. Implicó muchas horas y años de investigaciones, viajes trans-continentales y el costo que tendrán que pagar los jubilados. Mabel Rehnfeldt, de ABC Color, ha hecho mucho por aclarar este fato; estamos muy agradecidos con ella. Ni mis hijos y nietos jamás podrán compensar tamaña ofrenda periodística. Los jubilados probablemente ya no tendremos tiempo.

La investigación fiscal ha determinado que existe un segmento del patrimonio de la Cajubi que ya no se podrá recuperar. Está en el fondo de mar o en el espacio exterior. Se han ingeniado para convertirlo en un dinero invisible, lejos de la recuperación de sus genuinos dueños.

¡Imagínense los lectores lo que podríamos haber hecho con 100 o 150 millones de dólares! ¡Cuántas escuelas, hospitales, rutas asfaltadas, viaductos! Lo triste en todo esto es que las penas más duras que se podrá aplicar, ¡no pasarán los 15 años! Qué diferente a la legislación norteamericana contra la corrupción. Negocio redondo en Paraguay; al igual que los narcotraficantes y aduaneros, robar, robar y acumular suficiente como para pagar un equipo de abogados, fiscales corruptos y jueces venales; y luego salir impune y disfrutar lo robado en algún paraíso del Caribe.

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Nosotros los jubilados, que hemos dado casi cuarenta años en la construcción, el mantenimiento y la operación de esta usina, estamos doloridos, acongojados y hartos de tanta impunidad. El viernes 18 de diciembre está marcado como fecha tentativa para dictar sentencia; pero, como ya vimos y sentimos tanta chicanería y sorpresas, van menguando las esperanzas.

Los acusados en su defensa, en forma unánime y bien organizada. Al unísono y por turno, fueron bajando el cielo en la tierra. De repente todos hablaron de Dios, de Cristo y de todos los santos. Se convirtieron en ángeles salidos del paraíso y negaron conocer los mecanismos de la “exportación” de tamaño capital. Se iban declarando inocentes uno a uno. Algunos, los mejores actores, hasta ensayaron unas lágrimas.

A esta altura de los hechos, queridos lectores, solo tenemos dos posibilidades: o los aproximadamente 3.000 empleados y jubilados de Itaipú estamos todos locos y entramos en un delirio colectivo, junto con los periodistas, abogados, fiscales, consejeros y gerentes que denunciaron el “robo del siglo”; o ese dinero está en algún lugar y solo nos han hecho una broma de mal gusto. ¡Ojalá!

Si estas mentes malignas hoy sufren de amnesia, ¡nosotros no! Solo queremos saber ¿dónde está ese edificio de plata; ese portaviones de riqueza? Si todos se declaran inocentes ¿quién llevó ese capital? Alguien tendrá que darnos una explicación, de lo contrario, más de un jubilado morirá de quebranto.

(*) Ex secretario general del STICCAP, jubilado de Itaipú.