Campañas y cosas que no se hablan

La imposibilidad de instalar la reelección presidencial, que la Constitución prohíbe, deja con un escaso margen de tiempo a los partidos que arrastran además el problema de carecer de liderazgos carismáticos con una proyección que vaya más allá de su sector interno. En el escenario de disputa electoral instalado, extrañamente, los posibles candidatos no hablan de los hechos de violencia ocurridos en este periodo presidencial, como si nada hubiera pasado o pudiese pasar nuevamente.

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Los primeros meses del año próximo serán decisivos para saber si, descartada la posibilidad de reelección, la oposición y el oficialismo presentan otras alternativas a la oferta político-electoral que se ve actualmente.

En los sectores de oposición se barajan varios nombres. Algunos ya están lanzados, en campaña. Pero, de buenas a primeras, ninguno genera aún un impacto popular o mediático visible. Todos los precandidatos partidarios o independientes apuntan a la necesidad de una futura gran concertación electoral y a un discurso anti-cartista. Son los vocablos mágicos que parecen constituir la llave del futuro triunfo.

Sin embargo, el problema es que, al no haber hasta ahora un candidato que sobresalga, son demasiados los aspirantes. No será fácil encontrar un método idóneo que permita elegir al mejor perfilado o perfilada, o con mayores posibilidades de ganarle al cartismo, que aparece como el rival a vencer, cualquiera sea su representante.

En el oficialismo, recuerdan con nostalgia los tiempos en que cualquier Pato Donald con el cartel de “colorado” tenía prácticamente ganada una elección. Muchos tienen conciencia de que un candidato muy identificado con el partido de gobierno tendrá pocas chances de ganar la elección general. A esa certeza respondió la decisión, en la última convención, de habilitar eventuales alianzas. De ahí a que se concreten, más allá de una fórmula de fachada, hay una gran distancia.

La contradicción en el Partido Colorado se vio reflejada en aquella convención, porque se abrió supuestamente la posibilidad de dar cabida a candidatos de otros partidos en las listas, pero, al mismo tiempo, expulsaron públicamente a un ministro por la herejía de no ser colorado.

Mientras tanto, el presidente Horacio Cartes deja que pase el tiempo, supuestamente apuntando a una remota chance de reelección que nadie está impulsando en el Congreso y que hasta sus partidarios dan por enterrada.

Se desata en tanto una suerte de lotería de nombres de posibles delfines o sucesores, dejando el camino libre a Abdo Benítez, el único candidato colorado confirmado, para que continúe su campaña proselitista. La actitud del Mandatario hasta lleva a pensar a que todo se está haciendo de mutuo acuerdo con el candidato disidente.

El problema de Abdo Benítez es que lo que menos le conviene es un “abrazo republicano” con un presidente cuya popularidad va en picada. Así que, por ahora al menos, seguirá con su discurso opositor, aunque tal vez mengue su virulencia. En algún momento deberá haber un acuerdo con Cartes. La alternativa es esperar una gran ruptura partidaria que, en teoría, no les convendría. Aunque mucho depende de la estrategia que empleará el Mandatario para continuar su proyecto político más allá de 2018.

El otro factor obviado, pero muy evidente es que en los tres años que van de este gobierno hubo numerosos mensajes “narcos”, en forma de atentados y asesinatos no aclarados del todo: los ocho militares en Arroyito, el exdiputado Magdaleno Silva, el periodista Pablo Medina, el “empresario” Jorge Rafaat, los intendentes de Bella Vista y Tacuatí y varios más no tan conocidos, de los que casi todos los políticos se hacen los distraídos.

El 2017 se viene complicado por el electoralismo y puede complicarse más aún si la violencia recrudece, imprevistamente.

mcaceres@abc.com.py

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