Cannabis pro nobis

SALAMANCA. La poca –o ninguna– inteligencia creativa de nuestros políticos y gobernantes, la carencia de visión de los acontecimientos futuros, la incapacidad para adelantarse a los hechos, la ausencia de un pensamiento moderno, contemporáneo y, en muchos casos, una pecaminosa soberbia, son unas de las tantas causas por las cuales estamos donde estamos sin conseguir despegar nunca.

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La decisión del presidente uruguayo Pepe Mujica de legalizar y convertir en negocio del Estado la producción y consumo de la marihuana en su país es uno de los tantos casos que se encuadran en lo dicho en el primer párrafo. En este momento le llueven a Uruguay los pedidos de todos aquellos países que han liberado el uso de la famosa “cannabis sativa” con fines terapéuticos. Todo lo que se perciba en concepto de su comercialización se destinará a la educación y a la salud pública.

Creo haber escuchado que Paraguay es, en este momento, el primer productor de marihuana del mundo y que su calidad se encuentra entre las más apreciadas del ramo. ¿Quién se beneficia con su explotación?: grupos de delincuentes que han montado un sistema de Gobierno paralelo en el que ni la Policía Nacional ni el Ejército pueden entrar para perseguir a aquellos actos criminales que se registran en negocio tan sangriento, duro y cruel como es el narcotráfico. No habría que descartar tampoco la posibilidad de que el grupo criminal llamado Ejército del Pueblo Paraguayo reciba el apoyo de los campesinos de la zona en que operan a cambio del apoyo que los criminales dan a quienes tienen sus plantaciones de marihuana. ¿Acaso no es esta la principal fuente de ingresos de las FARC de Colombia y sustento del apoyo que recibe por parte de los campesinos?

El miedo actual a la marihuana es similar al que se sentía en la Edad Media a los poseídos por el demonio para los que no había centros de rehabilitación y la única puerta de salida pasaba por la hoguera. Es suficiente mirar las estadísticas de accidentes de tráfico y la inmensa mayoría se deben a que el conductor iba alcoholizado, pero a nadie se le ocurriría ilegalizar la venta de bebidas alcohólicas, conociendo la mala experiencia que tuvo los Estados Unidos con su famosa Ley Seca de los años 20 del siglo pasado. Los grupos conservadores y fundamentalistas han hecho creer que la marihuana es la puerta de entrada a drogas más duras. Cualquier psicólogo o psiquiatra, que no pertenezca a uno de esos grupos, claro está, les puede explicar que para la persona con inclinaciones hacia algún tipo de adicción, cualquier puerta es buena para entrar en ella. Para los que no, pues no hay ninguna. ¿Acaso no hay centenares de miles de personas que consumen bebidas alcohólicas y no por eso se las considera borrachas ni están alcoholizadas?

Se podría temer que de liberarse la venta de la marihuana, una sustancia que ya se conocía en el año 2.700 a. de C. y su uso no detuvo la evolución de la humanidad, causaría un quiebre de la moral de la sociedad. Si la corrupción de los políticos no pudo quebrarla con todo el esfuerzo y el empeño que ponen, difícilmente podrán hacerlo unos pocos, o unos muchos, porque se fumen la hoja de un arbusto que para beneficio de todos, en lugar de volver agresiva a la gente, como lo hace el alcohol, más bien la seda.

En los países que la han legalizado, como Holanda, por ejemplo, sus índices de criminalidad por motivos de droga son casi nulos. En ese país, quienes llevan la palma de la violencia no son los drogadictos sino todo lo contrario, son los neonazis y otros grupos de ultraderecha que no necesitan fumarse nada para liberar toda la agresividad que es capaz de desarrollar una persona. En México, por el contrario, donde se libra una guerra entre policías, militares y narcotraficantes, el índice de mortalidad por causas violentas se encuentra entre las más altas del mundo.

Debido a un concepto hipócritamente puritano, no nos hemos subido al tren que hubiera solucionado muchos problemas y hubiera sido una buena fuente de dinero para el Estado que podría haberlo gastado en escuelas y en el Hospital de Clínicas donde los pacientes pronto tendrán que extirparse los tumores en la cocina de su casa y luego llevarlos al hospital porque no hay presupuesto para comprar un bisturí o guantes quirúrgicos. Es cuando me gustaría actualizar aquella oración de la misa tridentina que era en latín: “ora pro nobis” (ruega por nosotros) y cambiarla por “cannabis pro nobis” por ser más realista.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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