Capítulo negro en República Dominicana

La designación de Paraguay como “país invitado de honor” a la XX edición de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, por parte de República Dominicana, suponía un privilegio importante para que se expusiera a la mirada extranjera la producción editorial generada en nuestro país. Se supo un año antes y se organizó con holgado tiempo la participación local en el encuentro desarrollado del 20 de abril al 1 de mayo de 2017.

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La nación anfitriona habría destinado dos millones de dolares al lucimiento de la fiesta de los libros y cedió al Paraguay un stand especialmente diseñado con inspiraciones de la flor de mburucuyá para dar el realce que debía tener el “país invitado de honor”, lo que significa ser la estrella del evento.

Las editoriales locales hicieron lo suyo: entregaron meses antes a la Secretaría Nacional de Cultura sendos cargamentos, con unas 1.800 publicaciones, para cubrir el enorme pabellón con variados géneros de lectura.

La inversión publicitaria generó en la sociedad dominicana expectativas por descubrir o conocer los títulos y calidad de los libros que vendrían del lejano país sudamericano, poco difundido en esferas literarias. Pero los libros, entregados a la transportadora Van Pack, quedaron varados en Panamá. No llegaron a destino. Las causas, razones o motivos pueden encontrar explicaciones en varios factores. Lo concreto es que los materiales no llegaron y el día de la inauguración de la feria, el stand se mostró al público casi vacío. La Biblioteca Nacional de Santo Domingo tuvo que prestar libros paraguayos de su acervo “para que el país invitado de honor no pasará vergüenza”, tal como publicó el diario electrónico “Acento” de la isla. Pero más allá de la informalidad, irresponsabilidad, ineptitud o desidia con que actuaron las autoridades culturales que debían honrar el honor cedido al Paraguay, se puede considerar una grave descortesía para con el país anfitrión.

República Dominicana confió a la patria de Augusto Roa Bastos, en cuyo centenario quería destacar, el brillo de su máximo evento libreril. Y le salió mal. Aquí no se dimensionó la magnitud de la invitación cursada y, por ende, no se retribuyó con la formalidad que requería asistir con seriedad y lucimiento. Por el contrario, los organizadores tuvieron que redoblar esfuerzos para salvar la situación prestando volúmenes de una biblioteca para minimizar el bochorno.

Pagados por el Gobierno dominicano y fondos de la Secretaría Nacional de Cultura, viajó una frondosa delegación de escritores, artistas, promotores culturales y acompañantes, encabezados por el ministro secretario de la SNC, Fernando Griffith. La amplitud de la delegación posibilitó, esta vez, la presencia de autores que dieron diversidad a una especie de claque que forman algunos escritores funcionarios de su cartera y de la Cancillería Nacional, acostumbrados a acaparar viajes con pasajes, hotel y viático del Estado Paraguayo, en detrimento de las oportunidades igualitarias para todos, como requiere el sistema democrático.

De este capítulo negro que echó por tierra la imagen país del Paraguay, se puede excluir la asistencia de algunos sólidos intelectuales y, por sobre todo, de los artistas que contribuyeron a paliar la engorrosa situación.

En fin, este papelón internacional quedará como “una mancha más al tigre”, y todos felices, como siempre. En el Paraguay no se acostumbra pedir informe de gestión, y nadie rendirá cuentas de sus actuaciones.

Tarde, a días de la conclusión de la feria, los libros llegaron... Es penoso cómo se desperdició una ocasión de éxito para la cultura paraguaya, más allá de nuestras fronteras. Y más lamentable es que no se haya obrado en reciprocidad con el pueblo de República Dominicana, que jamás habrá esperado que el país estrella de su feria del libro llegara al evento con las manos vacías.

yubi@abc.com.py

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