Cautivos pero con pasaporte

SALAMANCA. La periodista cubana Yoani Sánchez, corresponsal de “El País” de España en Cuba, se acercó a un muchacho que estaba en la larga cola formada frente a las oficinas de pasaportes de La Habana y le preguntó si pensaba viajar, si se iría a vivir a otro sitio y de ser así si regresaría a Cuba en algún momento. La respuesta fue contundente: “Yo, a este país, ni de visita”. Sánchez sustituyó al corresponsal que anteriormente tenía “El País” porque el Gobierno de Cuba consideró que sus artículos eran muy críticos con el régimen y le retiró el permiso de trabajo.

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Desde el pasado lunes los cubanos tienen la posibilidad –no el derecho– de contar con un pasaporte que les permitirá viajar al extranjero sin tener que pasar por los humillantes trámites de la “tarjeta blanca” y la “carta de invitación” necesarias para poder salir de la isla. Después de más de cincuenta años de régimen tiránico, las puertas de esa gigantesca cárcel que es Cuba, parece ser que se abrirán para que sus ciudadanos, cautivos, puedan ver la luz del otro lado de la muralla.

Digo “parece” porque el régimen se ha reservado algunos recursos a los que aferrarse en caso de necesidad. El decreto-ley no habla de que el cubano tenga el derecho a un pasaporte, sino simplemente que tiene la posibilidad de lograrlo con algunos peros. No lograrán, pues, el preciado documento “aquellos que carezcan de la autorización establecida en virtud de las normas dirigidas a preservar la fuerza de trabajo calificada”. Por si esto fuera poco, el pasaporte tampoco se entregará “por otras razones de interés público o de defensa y seguridad nacional”.

Raúl, heredero sucesor de su hermano Fidel, de la dinastía de los Castro, está ensayando algunas aperturas para tratar de salvar del naufragio a un sistema que, aunque se nieguen a admitirlo alguno de los dos, en realidad naufragó hace mucho tiempo. Primero autorizó la creación de pequeñas empresas privadas incapaces ellas de rescatar la economía cubana de su larga agonía. Ahora permitirá la salida de sus ciudadanos, con la posibilidad de permanecer fuera del país hasta 24 meses con la esperanza de que trabajen y envíen dinero a sus parientes de la isla. Es la esperanza de recibir una inyección de dólares o euros que les vendrán muy bien al Gobierno.

El “éxito” de la revolución es tal que ha destruido todo el aparato productivo de la isla que en este momento no puede generar los alimentos básicos necesarios para su población a pesar de haber entregado tierras ociosas que habían pasado a manos del Gobierno en su proyecto de hacer que todos fueran iguales. Con tal objetivo han pasado el rasero para igualar a todos y lo pasaron al nivel más bajo posible. Los que se saltaron por encima, prefirieron tirarse al mar y desafiar a los tiburones del Caribe para tratar de llegar a Miami que es la tierra más cercana que tienen: nada más que 129 kilómetros (80 millas) entre Cabo Blanco y Key West.

Según la información de Yoani Sánchez, la venta de casas y coches, y las reservas de billetes de avión se dispararon en las últimas semanas. Por este camino la dinastía de los Castro busca crear un flujo de remesas desde el extranjero hacia Cuba, pero corre el peligro de aquello de “el último en salir que apague las luces del aeropuerto”. Al comienzo dije que la respuesta del joven a una pregunta de la periodista de que no volvería “ni de visita” me produjo un escalofrío; en realidad fueron dos. Uno por destruir la ilusión de miles de jóvenes a causa de un régimen despótico y que, para mayor gravedad, solo dio resultados negativos. El otro, pensando que este es el modelo que quieren imponernos los “bolivarianos”.

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