Claro que valió la pena

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Dos hechos históricos importantes se recuerdan hoy en el Paraguay: 1. La caída del dictador general Alfredo Stroessner, que gobernó con mano dura nuestro país durante casi 35 años y 2. tres décadas de democracia. Nunca antes se vivió en nuestro país un periodo ininterrumpido tan largo de libertades públicas como la que tenemos hoy. Y eso hay que celebrarlo.

El Paraguay de Stroessner no era de “Paz y Progreso” como decía su eslogan, la falsa Voz del Coloradismo o su periódico mal llamado Patria. Si bien hubo avances importantes en infraestructura empujados principalmente por Argentina y Brasil, con la construcción de las rutas, puentes e hidroeléctricas. Sin embargo, lo más sagrado estaba prohibido: la libertad.

En nombre de la “seguridad” nacional se mataba, se torturaba, violaba y asesinaba sin piedad. Regía el edicto, es decir que se podía farrear solo hasta la medianoche; no podíamos usar el pelo largo, salvo los músicos que contaban con un permiso que le otorgaba el Gobierno por citar algunos detalles nada más de la opresión en que vivíamos.

Los partidos políticos de oposición estaban proscriptos y obviamente Stroessner fue reelecto varias veces. Hasta inventaron un eslogan que decía: “...porque el pueblo lo pide” para justificar las apariencias.

Había sí algunos liberales-stronistas, que legitimaban los comicios.

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La economía estaba estatizada y la inversión privada era mínima. El contrabando gozaba también de buena salud pero el dictador digitaba quiénes eran los elegidos para dedicarse a “este negocio”.

La independencia de los poderes no existía y la trilogía: Gobierno-Partido Colorado-Fuerzas Armadas estaba muy firme. La Policía de la Capital –era en ese entonces– estaba sometida a los militares.

El Paraguay de hoy es totalmente distinto. La principal conquista es la libertad de prensa y la libertad de expresión, que contribuyeron ferozmente a la educación del pueblo paraguayo. Se acabó la persecución a los opositores políticos, nacieron partidos y movimientos, en 1992 se promulgó una nueva Constitución Nacional, que consagró nuevos derechos y una nueva estructural jurídica, política y social.

Obviamente que hoy tampoco somos Suiza, no se acabó el narcotráfico, el tráfico ilegal de productos y el lavado de dinero.

Seguimos siendo la cueva de delincuentes internacionales pero en menor medida tal vez. Conste que el “doleiro de los doleiros” Darío Messer sigue prófugo y escondido en Paraguay, según el Gobierno pero ya no bajo su protección.

La fuerza joven comenzó a ocupar importantes espacios en Paraguay en todos los niveles y desplazó a una generación, que se tuvo que retirar por la fuerza que le exigía el nuevo mercado.

La corrupción pública se comenzó a castigar pero gracias a la publicación que saltaron a luz en diferentes medios de comunicación, lo que obligó a los poderes jurisdiccionales a actuar. Hoy la justicia sigue dependiendo del humor político pero en algunos juzgados ya se evidencia el necesario divorcio.

La fuerza ciudadana comenzó a ejercer una importante y necesaria presión sobre las autoridades nacionales de los tres poderes del Estado. Hoy la gente controla y exige más porque considera que su calidad de vida debe mejorar como tienen otros países de la región.

Si me preguntan si valió la pena salir de la dictadura, mi respuesta es SÍ. Prefiero una democracia con todos sus defectos que una dictadura perfecta.

En el único lugar donde no llegó todavía el 2 y 3 de febrero de 1989 es en el fútbol paraguayo. Sigue como en las viejas épocas.

pguerrero@abc.com.py