Colón, el genocida

SALAMANCA. Acabo de recibir una película de YouTube que recoge algunos momentos de una rueda de prensa en la que la presidente argentina en ejercicio, Cristina Kirchner, explica los motivos por los cuales descolgó la estatua de Cristóbal Colón que estaba entre la Casa Rosada y el Río de la Plata. Digno broche de oro que ilustra con elocuencia el grado de inestabilidad emocional de quien presidió el país por ocho años (2007-2015). Usar esta expresión es mucho más elegante que hablar de “nivel de locura” que podría resultar ofensivo para una gobernante. Por lo tanto no voy a decir que está loca. No, por lo menos en este momento.

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El monumento a Cristóbal Colón, para quienes no están al tanto, se trataba de una alta columna coronada por una estatua del navegante genovés, todo en un mármol de primera calidad, traído directamente de Italia, ya que se trataba de un regalo de la colectividad de ese país y que data de los primeros años del siglo pasado. La decisión, aunque no lo dice en la conferencia de prensa, fue tomada después de una visita que le hizo en la Casa de Gobierno el difunto Hugo Chávez, quien al ver la estatua a través de la ventana le dijo: “¿Y qué haces con ese monumento a un genocida?”. Lo trató de genocida a quien justamente en su vida no mató ni siquiera un mosquito, pero el mensaje estaba lanzado. Al día siguiente una grúa lo bajó al almirante de su alta atalaya y lo puso acostado en el suelo ante el asombro de la ciudadanía.

En la película en cuestión, Cristina Kirchner le cuestiona al monumento que Colón estaba dando la espalda a la Casa Rosada y miraba hacia el río mientras que con el brazo derecho extendido señalaba hacia España, de donde había venido. ¡Qué curioso! En Salamanca tenemos una estatua de Colón que está con el brazo izquierdo extendido señalando hacia América. Esta suele ser la convención en este caso. El de Salamanca está diciendo: “Hacia allá vamos” y el de Buenos Aires: “Desde allá venimos”. Pero lo notable de toda esta historia es que el Colón de la capital porteña no está señalando hacia ningún sitio, ya que tiene las manos cruzadas sobre el pecho, más bien a la altura de la cintura, quizá sufriendo un retortijón de tripas al intuir su triste futuro.

Cristina Kirchner explica que sustituyó el monumento por otro en el que está Juana Azurduy (Chuquisaca, 1780 – Jujuy 1860), heroína de la independencia del Alto Perú, lo que hoy conocemos como Bolivia. Lleva en la mano derecha un sable en posición de combate. Y Kirchner extiende el brazo derecho y hace un gesto como si fuera a descargar un sablazo y dice: “Porque la derecha mata”. Luego levanta el izquierdo y señala un punto con el índice: “La izquierda señala el camino”. Y para enfatizar su logro retórico, repite con los mismos gestos: “La derecha, mata... La izquierda señala el camino”.

Le tomaría en serio su fervor antirracista y antigenocida si es que en lugar de bajar a Colón de su pedestal, bajara de todos los monumentos que hay en el país, incluyendo el de Buenos Aires en el parque Tres de Febrero, al general Juan Manuel de Rosas, el gran genocida argentino que condujo, a partir de 1833, la Campaña del Desierto o Conquista del Desierto, para exterminar a los pueblos mapuche, tehuelche y ranquel, con el objetivo de obtener el dominio territorial de la Pampa y la Patagonia oriental. Charles Darwin, que estuvo de visita en su campamento cuando desembarcó a la altura de Puerto Madryn, manifestó su horror en su hermosísimo “Diario de viaje de un naturalista”, diciendo que no podía entender cómo un país era capaz de pedir a un general que se fuera a matar a su población nativa. Al discutir en el Congreso esta guerra, se habló de “exterminar a los indios salvajes y bárbaros de Pampa y Patagonia”, mientras que, en años anteriores, el entonces presidente Martín Rodríguez (1820) dijo: “Primero exterminaremos a los nómades y luego a los sedentarios”. En una de las caras del pedestal que sostiene a Rosas a caballo, en el monumento al que hago alusión y que está en Buenos Aires, se hace referencia a esta ignominiosa Campaña del Desierto.

No sé si “la derecha mata..., la izquierda marca el camino”. Lo que sé es que el poder corrompe no solo en el sentido económico, sino destruye incluso el recto raciocinio.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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