Cómo ser feliz

El deseo más profundo de todo ser humano es ser feliz y para lograrlo es capaz de cosas llenas de heroísmo, a veces, de extravagancias.

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Sin embargo, no es fácil definir “felicidad”, ya que depende de la situación de vida por la que pasamos. A veces, es tener un coche de lujo, o casarse con quien uno cree ser el gran amor de su vida; tal vez, terminar el curso y conseguir un buen empleo, o será curarse de una dolorosa enfermedad.

Para complicar la cosa hay gente que afirma que la felicidad no existe, lo que existe son “momentos felices”. Sea como fuera, todos queremos ser felices.

Aunque la mayoría de las personas no se dé cuenta, es Dios quien más quiere que seamos felices. Él nos creó por amor, nos salvó por amor, nos invita a participar de su eterna bendición y nos regala miles de oportunidades para esta finalidad.

Dios tiene un camino de felicidad para proponernos, que se llama “bienaventuranzas”. Es camino seguro, pero desconcertante, pues nosotros tenemos nuestros criterios y deseamos que el Señor los apruebe, sin ninguna enmienda.

La propuesta de Dios es extraña y nos turba, porque exige que el ser humano confíe más en Él que en su dinero, su posición y en sus proyectos. Este abandono responsable y dinámico en Sus manos cuesta mucho, pues no sirve la autosuficiencia, ni tampoco un abandono pasivo, transitorio, desconfiado.

El Evangelio de hoy presenta cuatro tipo de personas que son felices: los pobres, los hambrientos, los que lloran y los excluidos.

Es difícil de explicar en pocas palabras esto, sin embargo, básicamente sostiene que los bienaventurados son humildes delante del Señor, solidarios con los otros, no están satisfechos con la actual situación socioeconómica del país y luchan valerosamente para transformarla.

Hay cuatro tipos de personas que escuchan duras amenazas: los ricos, los saciados, los que ríen (porque hacen trampas y nadie los juzga) y los que son aplaudidos (porque se califican como los más sagaces).

El profeta Jeremías echa una luz significativa para captar el verdadero camino de felicidad: “Maldito el hombre que confía en el hombre, que busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor. Bendito el que confía en el Señor y en Él tiene puesta su confianza”. (Jer 17). 

Dios ama a todos, pero atiende en primer lugar a los empobrecidos y débiles, porque son aquellos que no tienen otro amparo. Colaboremos con el Señor en su modo de actuar para que seamos realmente felices. 

Paz y bien. 

hnojoemar@gmail.com

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