Como un mal sueño

Nunca, si alguna vez, nuestro país ha estado tan desprotegido jurídicamente como en estos tiempos. No pasa un día sin que se violen la Constitución Nacional, alguna ley o reglamentos para llevar adelante proyectos políticos o económicos, o ambos a la vez, que favorezcan al Gobierno en su intento por copar todos los espacios de poder. No hay peor dictadura que la disfrazada de democracia. Es perversa, hipócrita, corrupta. Es la imagen moral de las personas que la sostienen.

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El pasado martes se cumplieron 25 años de la Constitución Nacional. El sábado 20 de junio de 1992, en la sala de Convenciones del Banco Central del Paraguay, quedó sancionada la herramienta jurídica en la certeza -o con la esperanza- de que habría de impulsar un nuevo país en paz, justicia y libertad, luego de una terrible y larga dictadura.

Al término de la lectura del Preámbulo, una profunda emoción llenó la sala. Dice así: “El pueblo paraguayo, por medio de sus legítimos representantes reunidos en Convención Nacional Constituyente, invocando a Dios, reconociendo la dignidad humana con el fin de asegurar la libertad, la igualdad y la justicia, reafirmando los principios de la democracia republicana, representativa, participativa y pluralista, ratificando la soberanía e independencia nacionales, e integrado a la comunidad internacional, sanciona y promulga esta Constitución”.

El acto fue solemne y emotivo. Los convencionales estaban seguros de haber puesto sus mejores intenciones en cada uno de los artículos, amplia y libremente debatidos para su aprobación. El resultado final, con algunas imperfecciones como toda obra humana, es una Constitución cuyo cumplimiento estaba llamado a dar una seguridad jurídica a toda la población para su bienestar material y espiritual.

Ni el más pesimista de los convencionales habrá pensado que la Constitución habría de llegar a sus 25 años tan magullada, estropeada, golpeada, anémica, por tantas violaciones a las que a diario se la somete. No hay espacio suficiente para dedicarlo a cada uno de los casos. De todos modos, los medios de comunicación se ocupan de ellos con suficiencia. Por lo tanto, la ciudadanía está perfectamente enterada de los acontecimientos cotidianos.

No obstante, quiero mencionar uno de esos casos por tratarse de una afrenta moral singularmente seria y alarmante. Se trata del Consejo de la Magistratura. Según el artículo 263 de la CN, sus miembros “Durarán tres años en sus funciones”. Al fundamentar la creación de este Consejo, el convencional Eusebio Ramón Ayala había expresado, entre otros conceptos: “Una de las conquistas mayores dentro del constitucionalismo es la creación del Consejo de la Magistratura, un consejo compuesto de forma plural y participativa que va en consonancia con los principios fundamentales que nosotros hemos establecido en nuestra Constitución (…) El Consejo de la Magistratura es realmente un acontecimiento importante porque despolitiza la designación de los jueces, es un cuerpo diferente a los órganos de los poderes constituidos...”.

El Dr. Eusebio Ramón Ayala había expresado, hace 25 años, la intención de los convencionales acerca del Consejo de la Magistratura. Pero vea usted dónde están hoy los buenos propósitos; en qué se ha convertido el Consejo con la intervención del cartismo y sus leales colaboradores de otros partidos.

Con la remoción inconstitucional de algunos de sus miembros no solo se viola el Art. 263. Peor aún, si cabe, volvió a jurar como miembro del Consejo de la Magistratura -“una de las conquistas mayores”- el senador liberal llanista Enzo Cardozo, que tiene abiertos tres procesos por estafa al Estado que suman unos 20 millones de dólares.

Solo en un caso, el expediente tiene más de 200 páginas. En cada una de ellas, la minuciosa investigación fiscal demuestra el delito perpetrado por Enzo Cardozo, y unos 20 socios más, que alcanza la suma de 68 mil millones de guaraníes. La cuantiosa suma debía destinarse a los pequeños agricultores que hoy estarían en mejores condiciones económicas de no mediar la descomunal corrupción, tanto más grave por la conspiración del Ejecutivo con la Corte Suprema de Justicia para que todo quede en la impunidad.

En la impunidad sí, pero no en el olvido. Llegará un momento en que tanta violación a la Constitución y la ética se recordará como un mal sueño.

alcibiades@abc.com.py

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