Competitividad tributaria y reelección

Paraguay sorprendió al mundo en estos últimos años por el sostenible crecimiento de su Producto Interno Bruto (PIB). Uno de los motivos de este logro, juntamente con la estabilidad macroeconómica, se encuentra en la competitividad tributaria que ofrece el país, entendida como una economía de pocos impuestos apoyada en una base imponible del 10 por ciento, de fácil aplicación y sin todavía demasiadas reglamentaciones. La baja presión tributaria eleva el retorno del capital invertido.

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Esta fortaleza económica, no obstante, podría ser de más provecho. La fragilidad del Estado de Derecho sigue siendo un grave obstáculo para la radicación de inversiones, como también lo es la molestosa burocracia en la que el país ocupa los primeros diez lugares a nivel mundial, según informa el Banco Mundial, por las engorrosas dificultades creadas a los emprendedores para iniciar un negocio.

La competitividad tributaria es la variable real de atracción efectiva del capital foráneo como nacional. Infelizmente se encuentra en peligro de extinción. Solo la ley de responsabilidad fiscal que limita el déficit al 1,5 por ciento del total de la Administración Pública, vuelve sostenibles las finanzas. Se pende de un hilo cada vez más débil.

La competitividad tributaria no es un tema menor. Es la vidriera de exhibición del país hacia el exterior y tres hechos concretos la están deteriorando. El primero, y de acuerdo al último informe emanado del Ministerio de Hacienda, la deuda pública total ya representa el 24 por ciento del Producto, con un aumento del 50 por ciento en solo los últimos tres años. El segundo hecho que, igualmente conspira contra la competitividad tributaria, está en las recientes resoluciones administrativas relacionadas con el impuesto a la renta personal, contradiciendo a la misma ley e incidiendo todavía más sobre los mismos contribuyentes que pagan este tributo.

Y el tercer hecho se relaciona con el proyecto reeleccionario que tozudamente sigue impulsando el gobierno. Si hay una lección de la que mucho se ha aprendido porque así lo dicen la teoría y la práctica, es la referida acerca de la estrecha relación entre la política y la economía. La política prudente comprometida con las reglas de juego institucionales impele fuerza y creatividad a la iniciativa empresarial, creando nuevas oportunidades de empleos como de aumentos en los salarios reales.

Si el Gobierno desea una economía en crecimiento deberá mostrarse como un sólido garante de la competitividad tributaria, hoy en grave peligro de perderse, como igualmente deberá dejar de impulsar su obcecado e inconstitucional proyecto reeleccionario que ya empieza a emitir señales negativas a los mercados.

(*) Decano de Currículum UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado” y “Cartas sobre el liberalismo”.

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