Comunicar e informar

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El acceso a la información es muy fácil, cualquier persona puede leer un periódico digital y ver un programa a través de un teléfono o computadora. Pero mucha gente antes que entrar a sitios confiables prefiere ver su red social y enterarse de lo que está pasando a través de un personaje más cercano, alguien que reproduce, copia y pega, y en el peor escenario inventa, crea una polémica “porque está aburrido”.

Luego están los que chatean sin parar desde que abren los ojos sobre la difícil tarea de comer y comprar, los dos verbos que odiaba Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach, que prefería la aventura de volar mejor. No hay nada de malo en compartir la foto de un plato de tallarines con nuestros mejores amigos, ¿qué mal puede hacer una salsa roja con queso rallado? Pero cuando el mensajeo puede hacer algo en común, algo más que reírse de chistes y actuar para hacer algo por cambiar una penosa realidad como una injusticia, acompañar a alguien que está enfermo y olvidado, o incluso cuando se junta la fuerza social para reclamar un derecho, estamos hablando de palabras mayores: la fuerza de internet para convocar, mover y cambiar.

Los medios tradicionales saben que ya no se puede seguir ignorando a las redes sociales y las incorporan como plataformas inherentes a su condición de informar y comunicar. Tantas facilidades están en manos de todo el mundo, hombres y mujeres que pueden interactuar, opinar, manifestar su parecer. Sin embargo, muchas ideas se mantienen en la superficie de la cuestión, porque no conocemos todos los elementos de la discusión y es menos problemático tirar más leña al fuego, que ver el pensamiento nuevo que mueva las neuronas y agite el avispero. En la mayoría de las discusiones se llega muy fácil a la otra orilla, sin ver que hay debajo de esas aguas turbias. Eso ocurre porque tenemos muy poca cancha en el conocimiento de la historia y en la comprensión de los procesos; prevalece lo inmediato, la noticia reciente sin mayores análisis.

Internet no es útil si nos quedamos ahí nomás, en el chiste, en la pornografía, en la nada del tiempo perdido. La vida es algo más y la tecnología está allí en estrecha relación con el nivel de educación. “Una mano lava la otra y juntas lavan la cara”, según el dicho popular, y esta herramienta ya es parte del ser humano, de la prensa, aunque algunos no se dan cuenta y miran desconfiados. Tampoco descubren que podrían ser mejores personas si aprendieran a hablar y escuchar, a leer y procesar, a empezar a entender que el mundo nuevo, lejos de ser oscuro, alienante y frío, está lleno de oportunidades. No sé si seremos capaces de ser más ricos en dinero, pero quizá podríamos ser más inteligentes y andar el camino de la justicia, la compasión y el respeto, a lo mejor hasta seamos más felices y ubicados.

mirtha@abc.com.py

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