Consumir y reclamar

Si compro una mercadería “menor” y no está buena, ¿está bien reclamar? Conversando informalmente con una persona, le comentaba que había escrito a un supermercado para decirles que las naranjas que tenían en venta estaban muy feas. El supermercado me respondió al instante, preguntándome en qué sucursal compré. En realidad, en este tiempo es muy común encontrar frutas, hortalizas y verduras “raras”; las manipulaciones y mezclas dan resultados gigantescos y roban el sabor en pos del tamaño, y el mismo cliente lo consiente. Estas son pequeñas batallas que el consumidor consciente enfrenta todos los días.

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“Yo tengo otra postura –me decía mi interlocutor– sencillamente si no me gusta, no compro y listo”. A partir de ahí iniciamos una charla en la que yo le decía que eso se llamaba: no involucrarse en el derecho a la buena alimentación para todos. Él me replicó que me plagueaba sin razón y que el verdadero cambio se consigue sin hacer ruido y eligiendo qué comprar. Entonces lo califiqué como abogado defensor del capitalismo e individualismo, y él, negándolo, me mandó vía china, a vivir a Venezuela.

Estuvimos así en un representativo ping pong de razones donde las naranjas se convirtieron en un pensamiento, estilo de vida y alimentación, y creo que ninguno cambió inicialmente lo que pensaba. Aunque aparentemente la charla no logró un punto en común, el problema existe y hay que resolverlo. “Encima no compraste las naranjas y te quejás, sos el colmo”, me lanzó un pelotazo. Se lo devolví: “No las compré porque las vi feas y me parece correcto reclamar para que sepan que no todos se callan y compran, o que no todos se van sin comprar y sin decir por qué no compraron”. Después saltó el tema de la educación. A mí me formaron para quejarme, cuando era niña me mandaban de vuelta si se daban cuenta de que el verdulero me dio frutas feas, y también escuchaba a mi mamá comentar en el almacén si estaba disconforme. Continuaba mi compañero de charla: “Pero ahora sos adulta y vos elegís. Ahora, si son productos que estén vencidos y el supermercado los tiene a la venta, ahí sí me parece acertado el reclamo”.

Yo soy de la postura de que los productos básicos alimenticios tienen que ser de excelente calidad y no dejarnos sin opción o tener que comprar por descarte. Luego, ¿hay control riguroso de alimentos en nuestro país? ¿cómo responden los supermercados ante un reclamo? ¿te cambian o reembolsan? ¿cuánta gente lleva y muestra lo que compró en mal estado? Y sobre todo, ¿qué clase de consumidor soy? Estas preguntas son necesarias a medida que nos llenamos de negocios, en un mercado en el que la libre competencia puede ser tan buena como delictiva. Dos falencias tenemos, el débil control de las instituciones y gente no entrenada en el reclamo sobre la calidad de los alimentos elementales. Dentro del desorden y la mala costumbre hay excepciones: gente que se queja como corresponde y empresas que están aprendiendo a dar mejores respuestas a sus clientes.

Dos frases para pensar: “Nos educan para ser productores y consumidores, no para ser hombres libres” (José Luis Sampedro). “El consumidor, como se dice, es el rey. Cada uno es un votante que utiliza su dinero como voto para obtener las cosas que quiere” (Paul Samuelson).

lperalta@abc.com.py

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