Correa y Trump

Mientras se prolongan las exequias del monarca cubano, y tantos hablan y escriben, y el péndulo como loco colisiona con los extremos, “el mundo sigue andando”, como diría Carlos Gardel.

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Donald Trump mantiene a todos en vilo —que la OTAN, que los acuerdos comerciales, que los medios de prensa, que, que y que…— y Rafael Correa censura cada vez más fuerte a los ecuatorianos por citar dos de algunos temas cuya pervivencia asusta, efectivamente.

Según Fundamedios, la “transparencia pública” retrocede en Ecuador. (En realidad, brilla por su ausencia). Se trata, hoy por hoy, de uno de los países con información más acotada y totalmente —totalitariamente, mejor dicho— manipulada por el correísmo. (Las pretensiones de “Fidelito” de Correa deben haber crecido en estas horas, supongo).

De todas formas, hay que ser muy cuidadoso al momento de encasillar. Tomemos el caso de los citados Trump y Correa: aunque en principio no se lo piense, existen muchos parecidos entre el electo presidente de los EE.UU. y el rerrelegido, y con aspiraciones a más, presidente del Ecuador.

A ellos no les gusta mucho eso de los acuerdos comerciales muy amplios, y ambos gustan de Putin.

En lo que además piensan igualito es con respecto a la prensa y los periodistas.

Según la periodista Leslie Stahl, del programa 60 minutos, de la Cadena CBS, “el rencor (de Trump) hacia la prensa es total, vivo y profundo”. Y en lo mismo está Correa.

Según el norteamericano, hay dueños que utilizan sus medios para no pagar impuestos, y habla de prensa corrupta, repugnante y basura. Dice que los periodistas escriben “artículos negativos, horribles y falsos”.

Los mismos, tal cual, los mismos calificativos e insultos utiliza Correa.

A este se le han contabilizado más de 200 entre insultos, adjetivos agraviantes y descalificaciones contra la prensa y los periodistas. Trump no ha llegado a tanto. No ha tenido tiempo; quizás, si se esmera y persevera.

Ambos agravian directa y personalmente a los periodistas, y lo hacen con cara y gesto de desprecio al tono.

Trump sueña y habla de una ley de libelo para amedrentar y juzgar a medios y periodistas.

Es posible que le cueste, y además ni cerca de lograr lo de Correa, quien con su ley hace lo que quiere: interrumpe y asume programas de radio y TV (él o sus amanuenses), incluye sus propios artículos u obliga a que se publiquen notas redactadas en su oficina de censura, controla entrevistas —y las autoriza o no— a los candidatos de la oposición en épocas electorales, por citar solo algunas de las tantas perlas que “engalanan” la inexistente libertad de prensa en Ecuador.

Difícil de igualar; no creo que a Trump se le de.

Justo es destacar, también, algunas diferencias.

Trump ganó las elecciones con casi todos los medios en contra y su rival; además, corriendo contra “el caballo del comisario”. Es cierto que tanto Obama como Hillary hicieron lo posible y le ayudaron mucho para que ganara, pero fue un triunfo legítimo, en elecciones libres y ajustadas a la Constitución y las leyes.

El caso de Correa, en cambio, ni parecido. Este maneja todos los medios y más en época de elecciones —ley de censura mediante—, corre con el caballo, el auto, el camión y el avión del comisario, más todos los recursos del Estado, y va acomodando las constituciones, leyes y mecanismos electorales a su gusto, ganas y conveniencias.

Que ni sueñe Trump. A lo sumo dos períodos. En cuanto a Correa, su futuro es impredecible.

Él se siente seguro, pero no hay que descartar que le pueda ocurrir, como a algunos de sus colegas y amigos (en Brasil y Argentina, por ejemplo), que se sentían fuertemente atornillados a la silla y se equivocaron.

daf@adinet.com.uy

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