A unos ciento cincuenta años de aquella publicación, su autor, Fiódor Dostoievski (1821-1881) en su lejana Rusia, difícilmente habrá podido imaginar los alcances de su relato en el que indaga en los sentimientos de sus personajes, especialmente en el principal, acosado por la soledad y su complejo de culpa. Abriendo estos días los periódicos de nuestro país, el lector se plantea la duda si está leyendo la prensa local o un capítulo extraviado de “Crimen y castigo”.
Nos encontramos que un delincuente que colecciona cargos por delitos de todo tipo puede hablar por teléfono con un ministro de la Corte (entonces lo era, aunque ahora esté separado de su cargo) quien lo trata no solo con amabilidad, sino incluso con cariño diciéndole que es como de su propia familia. Mientras su hija, de la Secretaría de la Niñez, remueve y confunde los papeles para que el delincuente pueda retirar a sus hijas, al cuidado de su madre, la misma que lo denunció en repetidas ocasiones por agresiones físicas. Y la policía nunca quiso intervenir “porque Papo (por ese sobrenombre es conocido) es una persona peligrosa”.
Pero no es el único caso ya que legisladores que robaron descaradamente el dinero público para pagar a su servicio doméstico, van marchando a pasos agigantados a ser blanqueados por la justicia. Y la intendente de Ciudad del Este, contra la que se acumulan pruebas de las irregularidades cometidas durante su gobierno, enviándole cada día una escribana pública a la interventora con intenciones de amedrentarla.
Óscar González Daher está callado en su lugar de reclusión esperando, quizá, que las aguas se calmen para regresar a su principesca casa y seguir administrando los mil quinientos millones de dólares que logró reunir ahorrando su sueldo de senador, mientras su secretario en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, Raúl Fernández Lippman, al que se escuchó arreglar por teléfono algunas sentencias judiciales, quiere regresar a su casa porque “demasiado tiempo pasó ya en la cárcel”.
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Paro aquí de contar porque la lista es larga, ignominiosa y ofensiva para quien todos los días de su vida se despierta temprano y va a trabajar sumisamente, esforzándose por cubrir todos los gastos y poder llegar a fin de mes con su magro salario. Porque a esta clase de gente es a la que se le está robando desde las altas esferas. A esta gente común es a la que se le aplican las leyes redactadas por quienes están por encima de ellos a quienes la justicia no alcanza, según la novela de Dostoievski.
El presidente Abdo Benítez acaba de viajar a Davos a buscar inversores; esto es justamente parte del trabajo de un jefe de Estado. Pero debe saber que el dinero prefiere viajar a lugares seguros, y muy poco seguro puede ser un país donde la justicia actúa de acuerdo a una exclusiva clase gobernante, inclinándose ante los poderosos e, incluso, los delincuentes comunes porque “son peligrosos” o son “parte de mi familia”.
Me dirán que en este momento no se toman más medidas a causa de la feria judicial. Lo que no se dice es que la feria judicial en nuestro país viene funcionando desde hace décadas, el año entero y esto no figura ni siquiera en la novela de Dostoievski.
jesus.ruiznestosa@gmail.com