No fue en la calle ni en un enfrentamiento. Fue un fusilamiento por la espalda de un joven paraguayo, en un sistema presuntamente democrático donde rigen las garantías constitucionales. Se produjo además dentro del local del principal partido político de oposición, al que los policías ingresaron sin orden judicial, sin que ninguno de los que estaban allí opusiera resistencia. Solamente intentaron huir y uno de ellos no lo consiguió.
La imagen del policía antimotines ingresando por el pasillo, apuntando con su escopeta y pisando el cuerpo inerme del joven caído por el balazo, difícilmente pueda borrarse de quien lo vea.
La actitud policial es propia de un operativo antiterrorista de los que vemos en las películas. Pero los jóvenes que corren asustados no parecen amenazantes.
La destitución del ministro del Interior Tadeo Rojas parece una suerte de concesión para poder seguir tranquilamente con el plan de la reelección.
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Sin embargo, el escenario de hace unos días ya no es el mismo. La tarde y noche de furia vividas el pasado viernes, el descontrol y la violencia que terminó con el asesinato del joven Rodrigo Quintana a manos de la policía, cambiaron muchas cosas.
La crisis desatada alrededor del proyecto de reelección vía enmienda presidencial, con su secuela de violencia y muerte, es la continuidad de una crisis que arrastramos desde hace mucho tiempo.
El problema repetido es que los desastres actuales nos hacen olvidar los anteriores. Por eso, cuesta sacar lecciones y no repetir situaciones parecidas al poco tiempo.
El Gobierno actual no es producto de una casualidad sino resultado de situaciones políticas encadenadas que lo permitieron. Tampoco es consecuencia de una imposición, al menos no en el estricto sentido de esa palabra.
Un presidente como el que tenemos solamente se explica por las décadas de autoritarismo y el consecuente aislamiento, la dependencia internacional, las desigualdades sociales y la falta de oportunidades en educación, entre otras muchas falencias.
Cartes y sus asesores reducen el problema actual a una disputa de poder en el que la reelección está de por medio. Luego de unos cuantos bochornos que pretendieron darle un disfraz de “clamor popular” al plan de reelección del mandatario, se decidieron a atropellar todas las formalidades en el Congreso para instalar su proyecto.
En este escenario, la actitud del Frente Guasu es, según el senador Hugo Richer, jugarse su proyecto político aprovechando la crisis y el abierto enfrentamiento de los grupos de poder que, en 2012, propiciaron la destitución de Fernando Lugo en aquel juicio político “sui generis”.
El sector llanista del PLRA se juega con ellos sus últimos cartuchos para mantener protagonismo en la disputa electoral tanto interna como nacional.
Sin embargo, los grupos a favor de la reelección parecen haber subestimado a sus adversarios, lo cual puede terminar costándole caro a todos ellos.
El asesinato de Rodrigo no es el primero y tal vez no sea el último con el que deberá cargar este Gobierno. Anteriormente, mataron a dos adolescentes en el Centro Educativo de Itauguá en agosto de 2014. Luego, a una pareja de alemanes en Yby Yaú, en enero de 2015. También a 8 militares en Arroyito, en un atentado del EPP, en agosto de 2016, por citar solamente algunos casos de varios.
A diferencia de las otras, esta última muerte, en un contexto de crisis política, puede tener consecuencias graves e inmediatas para el futuro político del mandatario y sus socios.
mcaceres@abc.com.py