Cuatro tripletas

Rodríguez de Francia rigió en el país desde 1814 hasta 1840 (26 años). Desde entonces hasta el fin de la guerra grande: 30 años. A Stroessner le faltaron tres meses para cerrar 35 años; en fin, la democracia actual cumple su primer triplete.

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Francia, López, Stroessner, Democracia. Cuatro triples décadas. ¡Cuántas diferencias entre ellas! A la primera llamo la triple perdida; a la segunda, bajo la batuta de don Carlos, la triple de la generación. Nace esta república independiente ante el mundo; se edifica y organiza el Estado, se redactan sus documentos fundamentales, se crean sus símbolos distintivos, se forman sus diplomáticos, sus maestros, sus artistas, sus periodistas y…, de mal remate, una guerra atroz. La tercera triple década la ocupó Stroessner. Fue la de la corrupción. La cuarta, que es la que hoy concluimos, es la de la democracia, ¿Cómo nos comparamos con las anteriores?

Es una perogrullada repetir que las tiranías y las democracias no son más que resultado de sus circunstancias, pues todo lo que acontece en la sociedad tiene esta característica. Pero esto da lugar a una conocida falacia: la necesidad histórica. El autoritarismo, dicen, surge por ser, en su momento, “necesario”. Por su concisión, me agrada la descripción que de los autoritarios hace Hanna Arendt: “Identifican el partido con el Estado, la ideología propia con la nación, el líder con el pueblo, el adversario como enemigo, la política por encima de la justicia. Añaden una reconstrucción caprichosa de la Historia”. Atrevido, le agrego un distintivo más: envilecen a sus gobernados.

Pero dictadores y dictaduras no se sostendrían sin contrafuertes como militares y religiosos, políticos y gremialistas, campesinos y estudiantes, profesionales y empresarios, traficantes y adulones, en fin, intelectuales y artistas. A muchos de estos Stroessner los tuvo rendidos a sus pies, para lo cual debió aprender Política, aunque no en los libros sino en el tráfago cotidiano. Si bien parece no haber entendido bien la teoría, ciertamente dominó la práctica, el arte del mando, para lo cual fue el primero en gobernar con un cuerpo de jenízaros, un círculo áulico, un “primer anillo”, como suele decirse ahora.

Toda tiranía se sirve de la represión, de la compra de voluntades, de la propaganda. Stroessner empleó los tres recursos, aunque en diferentes modalidades y proporciones. Hacia el final, la más eficaz demostró ser la segunda. En la medida en que la prebenda rendía más voluntades, la represión fue reduciéndose y sofisticándose. La corrupción se constituyó en sistema, se hizo modus vivendi. Sobrevivir a su margen, si no era imposible, requería un esfuerzo colosal.

El gran éxito de ese régimen fue su “manual de procedimientos”, con el que impuso al país su disciplina política, social y económica. Puede que no todos los que tuvieron que someterse a ella estuviesen resignados. Algunos aguardarían, en lo íntimo de su alma, el advenimiento de la redención salvadora, aunque sintiéndose ellos mismos incapaces de gestarla.

El autoritarismo gozó siempre, aun hoy, de gran predicamento en nuestra cultura. Lo que denominamos “espíritu democrático” no acabó todavía de conquistar el corazón popular. Lo invocamos a gritos, eso sí, cuando conviene a nuestros negocios.

En esta época democrática establecimos libertades y fortalecimos derechos, pero disolvimos obligaciones, convencidos de que la democracia consiste en que el Estado nos deba todo y nosotros nada a nadie. ¿Estamos vacunados contra el autoritarismo? Resulta que el argumento de la necesidad histórica funciona igual para justificar cualquier régimen político. Si las tiranías del Dr. Francia y Stroessner fueron “históricamente necesarias”, para que otra similar aparezca solo es indispensable que se produzca un estado de necesidad similar. Mientras esta falacia tenga sostenedores, a mi criterio, el riesgo de otra dictadura es real.

John Locke hizo notar que en la historia de la humanidad no hubo un solo error que no haya tenido seguidores. Podríamos agregar: y en el que no se haya reincidido.

glaterza@abc.com.py

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