Ya no hay tiempo para pensar y menos aún para reflexionar a fin de enmendar los errores.
A esto se suma el auge de las radios que nunca perdieron terreno en materia de comunicación. El problema es cuando no se cumple el proceso de la comunicación; es decir, la relación que debe existir entre el emisor que utiliza el canal para enviar el mensaje en base a las normas o código de ética y el receptor que debe responder para que haya respuestas o feet back. Todo dentro de un contexto ambiental, sicológico, social y humano que condiciona la comunicación.
Los medios desempeñan un rol importante en la sociedad, aunque la mayoría de las emisoras que están en manos de políticos partidarios utilizan las radios para la propaganda y menoscabar al ocasional adversario. Este problema se agudiza en épocas electorales por las diatribas, acusaciones y violencia verbal que más bien destruye, fanatiza y al final divide a la comunidad.
Sin embargo, el problema más grave es la cultura oral y que ahora se promociona con énfasis. La gente cree en lo que escucha; es una idiosincrasia nuestra que impide la capacidad de criterio para emitir un juicio crítico o una opinión responsable, tan necesaria para corregir errores.
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Nuestra cultura oral es de antaño y tiene sus raíces muy profundas. Esta costumbre es utilizada por el poder político, con fines electorales y partidarios. No informa ni coadyuva con la educación.
Pese a la cultura oral y lo vertiginoso, que no es igual a dinamismo, no debemos perder la capacidad de discernir el bien del mal, desarrollar criterios de opinión, en base a la lectura y la información.
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