Damnificados y la ayuda psico

La titular de la Dirección de Beneficencia y Ayuda Social (Diben) dijo que iban a llegar a los damnificados por la creciente con planes de salud mental. No mencionó ningún trabajo anterior ni preventivo, ni si están trabajando con otras instituciones respecto a este tema.

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La salud mental de la gente provocada por la miseria económica y su adaptación a la misma es un tema bien concreto, que requiere hondo compromiso de los gobernantes y lógicamente un equipo de profesionales competentes y sobre todo con experiencia en este tipo de trabajo.

¿Cuáles son los problemas a los que se refería la directora de la Diben, Carmen Alonso? De quien, por cierto, desconozco su especialidad, buscando sus datos solo figura que es Lic. a secas. En un noticiero dijeron: “¿Pero cómo no tienen un plan maestro?”. Esa pregunta peca, si no de ingenua, de relleno. Obviamente que no existe ningún tipo de plan para combatir enfermedades mentales ni trastornos y menos los generados en condiciones de extrema pobreza en una zona de constantes desbordes del río. La especificación y detección de problemas socioeconómicos, mucho menos la solución de los mismos, fue interés de los gobiernos.

Pero podemos imaginarnos qué problemas tiene la gente a la cual, según Alonso, van a “llegar con asistencia social psicológica”. Seguro hay estrés principalmente (y todo lo que conlleva), ansiedad, depresión, etc. Sería interesante conocer el informe oficial, saber qué detectaron, diagnosticaron y cómo contuvieron a miles de personas. De más está decir que organizar y poner en funcionamiento un plan de trabajo no se logra de un día para el otro; lo más probable es que esta “atención psicológica” (en realidad se necesitan políticas de vida digna y manejo de toda esa población) sea para la selfie y nuevas tajadas económicas.

El trabajo social (en su sentido íntegro) es el gran ausente en los gobiernos nacionales, y es uno de los más necesarios para subsanar las necesidades reales de la población. Los problemas psicoafectivos de las personas damnificadas están indefectiblemente ligados a sus historias familiares, individuales, su entorno, por qué una y otra generación repite las enfermedades y la pobreza. “No me voy a ir lejos, porque acá –en La Chacarita– le tengo a toda mi familia”, decía una mujer.

Respecto a sus problemas, a más del estrés que les provoca juntar sus pertenencias, donde llegan se los rechaza, se los tilda de sucios, prepotentes, ladrones, haraganes y muchos otros adjetivos descalificativos. Por el otro lado, igual afecta psicológicamente a los vecinos que reciben con cada crecida del río a miles de familias de los bañados. No es fácil cambiar de vida de un día para el otro, ni para vecinos ni para eternos migrantes por las inundaciones.

Vemos en las noticias enfrentamientos violentos porque la situación es insostenible. Todos estamos mal con el caos generado, y está más que claro que a los únicos que no les afecta para nada es a los gobernantes, quienes se tiran la pelota del problema, continúan cobrando sus sueldos y sobresueldos, se toman vacaciones y feriados, hacen cursos de mindfulness y piden “paciencia y solidaridad”.

“Quien vota a los corruptos los legitima, los justifica y es tan responsable como ellos” (Julio Anguita).

lperalta@abc.com.py

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